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En el Castillo de Salgar los muertos hablan a través del mar

El Castillo sigue siendo el epicentro de historias ‘del más allá’.

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En Salgar, corregimiento de Puerto Colombia, corre por estos días el rumor de que los espíritus de los ahogados en sus aguas están atemorizando a los vigilantes de las ruinas del Fuerte de San Antonio, conocido popularmente como el Castillo de Salgar.

La supuesta aparición, que según dicen se hizo recurrente durante 15 días, no es tan descabellada, pues en el recuerdo de sus moradores están vivas conocidas y viejas historias como la ‘Novia de Puerto Colombia’, un alma en pena que supuestamente habitaba las locaciones del Castillo y salía a fastidiar a los conductores que circulaban por allí.

A pesar del comentario callejero, los guardias encargados de la seguridad del conocido Castillo aseguran no han sentido eventos extraños que los hagan creer en la existencia de fantasmas. Sin embargo, uno de estos recuerda que… “un domingo, tipo 6 de la tarde, vimos algo que se movía con insistencia y de manera inusual en el agua. Alumbramos, pero no apareció nada. Eso ha sido lo único raro que nos ha pasado”, sostuvo.

Lo cierto es que por muchos años las orillas contiguas a esta edificación fueron bautizadas como ‘Playa el muerto’, precisamente porque en esas costas aparecían los cadáveres de los bañistas que se tragaba el mar.

Pero no siempre tuvo nombres que hacían alusión a eventos relacionados con la muerte. Hubo una época que la llamaronCosta Azul, por su parecido a la Riviera Francesa, uno de los paisajes marítimos más hermosos del mundo, que para muchos encontró su fiel copia en esta pendiente del Atlántico. Tiempo después la conocieron como ‘Playa prohibida’; y en la década de 1960 se decía que los homosexuales la usaban como punto de encuentro ya fuera para citas furtivas o para expresar sus manifestaciones de afecto con total tranquilidad.

Todo ello lo contó el maestro Aníbal Tobón Bermúdez, escritor, periodista y director teatral que se sabe al dedillo la historia de Salgar, el paraíso terrenal que lo acogió y del que asegura solo espera salir el día de su muerte.


Aníbal Tobón Bermúdez, escritor y gestor cultural. | Foto: Archivo


LOS VIGILANTES DEL FUERTE

Caballito, Diablilla, Blanquita y Pulgarín, son cuatro perros que custodian El Fuerte, y comparten el dominio del territorio del que han hecho su casa. A su vez, una cámara de seguridad alerta a los vigilantes ante movimientos extraños fuera del castillo.


Caballito también está a cargo de la seguridad. | Foto: Archivo


El ingreso al público de lunes a viernes es hasta las 6 p.m. Los fines de semana se extienden hasta las 10 p.m. debido a que aumenta la llegada de turistas, y hay acceso a un restaurante que ofrece comida de mar desde 32 mil pesos.

En total son tres pisos que conforman el Castillo. Las escaleras de madera dentro de la casa dan un aspecto tenebroso.

No son muchos los que frecuentan el sitio, los moradores añaden que al Castillo le hace falta una “buena campaña de promoción turística”. No obstante, agregan que hay dos tipos de públicos bien definidos: los que van a celebrar eventos sociales o a comer en el restaurante; y los que por costumbre se dan su ‘vueltón’ bajo el pretexto de contemplar el mar.

‘EN EL MAR LA VIDA ES MÁS SABROSA’

Para estos días de abril la hierba sigue marchita y se confunde con el color de la arena. Contemplar el mar se convierte en el acto favorito de los visitantes. Son muy pocos los que se resisten a su imponencia. Su magnitud y belleza atrapan la atención del más distraído.

A partir de las 4 de la tarde la brisa se hace más fuerte y arrastra el eco de los golpes del mar sobre las rocas. Llevar faldas o sombreros es una prenda no recomendada para los turistas, ya que el viento puede desvestir al más arropado.


Los letreros del sitio —que advierten no acercarse al acantilado por peligro de derrumbe— son ignorados por los más osados. Estar más cerca del abismo, tal vez sea la oportunidad de algunos para hablar con la pareja sin interrupciones. Muchos jóvenes afirman que sin tanto escándalo allí se pueden fumar un cigarrillo (o porro de marihuana) sin ser señalados. Otros prefieren permanecer en silencio para meditar o buscar instantes de soledad.

Cuando el sol se oculta y llega el ocaso, una atmósfera lúgubre cubierta por el juego de sombras de la imponente edificación, invade el amplio terreno.

Bajo la noche la forma del Castillo se pierde entre la inmensidad de la oscuridad. Solo un par de reflectores alumbran la parte frontal de la estructura.

Es la hora de partir de los turistas, que casi siempre se van con una sonrisa, y en agradecimiento con los guardas les dan unas cuantas monedas o billetes de propina.

MÁS DE 200 AÑOS DE HISTORIA

Los inicios del Fuerte de San Antonio datan de 1806. Construido inicialmente por la Corona española, tenía como finalidad proteger este importante puerto de incursiones piratas o enemigos de España.

“El castillo que no parece castillo”, como lo referencian los salgarinos, tiene ya 210 años de historia; 60 de ellos en total abandono. Por fortuna, el 13 de julio de 1988 el Castillo de Salgar fue declarado Patrimonio y Bien Cultural de la Nación.

Para conmemorar el bicentenario del Castillo, de acuerdo con una investigación de Aníbal Tobón hecha en 2006, su importancia histórica radica también en que allí funcionó la Aduana Nacional, que comunicaba al muelle de Puerto Colombia con la estación Montoya en Barranquilla, situada en el edificio de la Aduana, en Barrio Abajo. A primera vista tanto el Castillo como el edificio de la Aduana poseen un diseño similar por su estilo republicano, arropados con un tono amarillo. La ‘salvación’ fue que la Nación los restaurara para que no se disolvieran en ruinas.

Durante un tiempo también estuvo administrado por la Universidad del Atlántico, y más adelante fue reformatorio para menores.

Ahora funciona como casa de eventos y restaurante de la caja de compensación Comfamiliar. En la actualidad, el talud que separa la edificación del océano cada vez está más cerca, y se corre el riesgo que desaparezca.

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