¿Qué Pasa?

ESPECIAL | El Carnaval, la época perfecta para olvidarse de la cruda realidad

“En los carnavales más vale olvidar y divertirse que recordar y entristecerse…”:Víctor Herrera de la E.

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A medida que va desarrollándose la programación del Carnaval de Barranquilla 2018, un vivo entusiasmo se apodera de los atlanticenses y la temperatura festiva va incre­mentándose día a día hasta llegar a su máximo paroxismo en los cuatro días más alegres de Colombia.

[VER: Las imágenes que dejó la Batalla de Flores 2018 ]

En épocas de Carnaval el mundo se trastorna: el rico se disfraza de men­digo y el pobre, como por arte de ma­gia, se convierte en alguien poderoso y famoso. Muchos hombres se visten de mujer (unos a manera de burla y otros por “salirse del closet”); el cuer­do se enloquece y el lunático se ajuicia; el triste se vuelve alegre y el entusias­ta se desborda aún más en euforia y di­versión, etc.

Todo esto se basa en la premisa de que de vez en cuando es absolutamente sano y necesario el desconectarnos de la cruda realidad social que muchas ve­ces nos mortifica. Es la mejor manera de conservar la cordura y el equilibrio mental en medio de la crisis permanen­te que vivimos dedicándonos durante 96 horas a ver lo bueno de lo malo que nos está pasando y a no mirar exclusi­vamente lo que nos hace falta, si no lo que poseemos.

CONTAGIOSA LOCURA COLECTIVA EN EL CARIBE COLOMBIANO

Desde que en el 2003 nuestro Carna­val fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural Oral e Intangible de la Humanidad, y como tal deposita­rio de la memoria colectiva del pueblo barranquillero, todos los habitantes de La Arenosa se sienten orgullosos de lo que esta reconocida distinción significa. Son conscientes de los múltiples bene­ficios que estas fiestas traen para el bienestar sicológico y social de los propios y extraños que la gozan.

Precisamente el significado de “Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” está presente en culturas privilegiadas del mundo que fortalecen la identidad de sus habitantes trasmitiéndoles sus valores autóctonos de ge­neración en generación, al con­servar elementos patrimoniales materiales (monumentos, edifi­caciones, sitios históricos, etc.) co­mo no materiales (costumbres, tra­diciones, rituales, música folclórica, eventos) entre los que se encuen­tran estos festivos carnvales, herencia intangible de nuestros antepa­sados.

Es bueno aclarar que así como se considera Barranquilla como el epicentro de estas inigualables.

tenemos que re­conocer las valiosas con­tribuciones que hacen to­dos los departamentos y municipios de la región Caribe en aras de pre­servar y fortalecer esta portentosa manifesta­ción cultural:

1.

La Guajira tanto en su capital con el “carna­val de Río…hacha”, co­mo en Maicao, Villanue­va, El Molino, Uribia, entre otros municipios de la bella península.

2.

En Cesar es Valle­dupar la que impulsa es­ta maravillosa explosión de alegría mediante su Junta Perma­nente del Carnaval, la cual coordina la lectura “recochera” del bando, los des­files y concursos de disfraces individua­les, y grupos, tamboras, comparsas, las reinas infantiles, las de los barrios y corregimientos. La gran final se realiza el sábado de Carnaval en la plaza Alfonso López en la que se realiza un desfile de artistas, se corona a la reina del Carna­val y al Rey Momo 2018. Estas fiestas se extienden a municipios como Aguachi­ca, y otros.

3.

En el Magdalena la máxima manifes­tación de color, disfraces y entusiasmo se siente intensamente en Santa Marta, con la coronación de la reina, del rey momo y de la reina de reinas, las fiestas en ca­setas, estaderos y hoteles, el súper-con­cierto y las celebraciones en Pescaíto, el terruño de El Pibe. También son famosos los carnavales de Ciénaga, de Tenerife, de El Banco, de Plato, Ariguaní, El Difí­cil, en donde se vive un sano desorden y mucho folclor.

4

. En Sucre merece especial mención las festividades de Sincelejo, Ovejas, y Corozal, en donde se celebran las No­ches Corozaleras, la Batalla de Flores y un famoso Encuentro Folclórico. Parale­lo a este festín de desarrollan los carna­vales en Morroa y Los Palmitos, Sabanas de San Pedro y El Mamón. En Córdoba son muy fastuosas y coloridas las cele­braciones realizadas especialmente en Sahagún.

5.

En Bolívar son innegables los ma­ravillosos aportes que a nivel de folclo­re y danzas han hecho y siguen hacien­do los municipios que limitan con el Atlántico y las riberas del Magdalena, tales como Maríalabaja, Mompox, Arro­yohondo, Talaigua, Talaigua Nuevo, cuna de la cultura anfibia, entre otras poblaciones.

A este valioso aporte se hace un tri­buto en nuestras festividades con la celebración de la Noche de Río. La ex­cepción de esto sería la capital boliva­rense, cuya obvia prioridad es su fiesta novembrina, aunque es un hecho inne­gable que miles de cartageneros se vie­nen por estos días a celebrar nuestros carnavales.

No obstante sería injusto dejar de re­conocer los aportes que al interior del Departamento del Atlántico también ha­cen absolutamente todos nuestros ale­gres municipios veci­nos, inclusive algunos de ellos como Santa Lucía, Suán, Puerto Colombia, Santo Tomás, Baranoa, Manatí, Palmar de Vare­la, para hacerse presen­tes en estas gozosas fies­tas. Sus disfraces siguen siendo los mismos de sus padres y sus abuelos, con sus alegorías a animales, mostrando con inteligentes mensajes su inconformidad ante situaciones que se presentan en su micro-espacio territorial.

LOS ENEMIGOS DEL BUEN CARNAVAL

Es por eso que el Varnaval hay que pre­servarlo pues se convierte en 96 horas de alegrar millares de vidas en el Cari­be colombiano, desfogando las energías reprimidas durante tanto tiempo. Hay que preservarlo de enemigos que lo des­prestigian pues esa simple palabra Car­naval, es un sortilegio mágico que actúa como un bálsamo que alivia de las dolen­cias físicas y mentales, de quienes lo vi­ven y gozan. Entre esos peligrosos ene­migos están:

1.

Las explosiones de violencia e into­lerancia que se manifiestan en la gran cantidad de riñas y pendencias. Vio­lencia delincuencial o entre vecinos de barrio.

2.

Violencia intrafamiliar, trato brutal con parejas, hijos, adultos mayores o animales.

3.

El excesivo consumo de licor y el uso de drogas como ingredientes de di­versión que generan violencia.

4.

Los abusos en los precios de los productos alimenticios y bebidas. Aso­ciado a esta especulación se encuentra el desaseo y falta de higiene en los pun­tos de ventas de los mismos.

5.

Los comportamientos grotescos e irrespetuosos (aerosoles, espumas, agua, etc.) en espectáculos.

6.

La irresponsable promiscuidad y el sexo no seguro.

El uso político del Carnaval. Ciertos candidatos políticos aprovechan la coin­cidencia de Carnaval y elecciones para, en medio de disfraces acercarse amiga­blemente a la gente, con la mejor de sus sonrisas como parte de su astuta estra­tegia de conquista de potenciales votan­tes. Algunos de ellos montan sus presen­taciones bajo el modelo de show, con las tecnologías, decoraciones, sonidos y lu­ces similares a las de un concierto, con la participación de las mejores agrupa­ciones musicales, reinas y comparsas.

La invasión contaminante de ma­nifestaciones culturales, musicales e idiomáticas foráneas (producto de la globalización, de la modernidad y del mercantilismo turístico-comercial) que amenazan nuestras verdaderas raíces, costumbres y las genuinas tradiciones de nuestro terruño.

En síntesis, salvaguardemos esta “terapia mental intensiva” de cuatro días de locura y “¡Guepa Jé ¡” que es el Carnaval de Barranquilla y del Caribe Colombiano. De esta manera se garan­tiza que quedaremos protegidos inmu­nológicamente para a partir del Miér­coles de Ceniza enfrentar con todas las fuerzas y energías los retos que la vida nos depara. Ese es nuestro invaluable aporte a la paz de Colombia.

Con información de: Roque Herrera M.