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La juez costeña que brilla en los Juegos Olímpicos

Es la única colombiana avalada como juez por la Federación Internacional de Tenis de Mesa para competencias de talla orbital.

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Además de los cincos compatriotas que han obtenido medallas en los Juegos Olímpicos (Óscar Figueroa y Caterine Ibargüen, oro; Yuberjen Martínez y Yuri Alvear, plata; e Íngrit Valencia que tiene asegurada bronce); en Río de Janeiro hay una colombiana que también ha sido protagonista en esas justas: la costeña Yohanna Maritza Ramírez Sarmiento, de 31 años, oriunda de Valledupar. Ella es la única juez colombiana avalada para impartir justicia en tenis de mesa, una de las disciplinas que concita gran atención por la plasticidad, agilidad y concentración de los jugadores.


Solo siete latinos hacen parte de la comisión internacional de juzgamiento de tenis de mesa, entre ellos Ramírez | Cortesía

Es ingeniera industrial de la Universidad del Norte de Barranquilla (2006), y en Río dirigió nueve partidos en la fase individual en las ramas masculina y femenina, y tres encuentros en equipo, incluida la semifinal femenina entre Alemania y Japón que el pasado martes dejó como ganadora a las teutonas 3-2.

El logro de la costeña se torna aún más meritorio si se tiene en cuenta que este es un deporte que se originó en Inglaterra, y se popularizó en el continente asiático con escaso protagonismo en el país. De hecho solo siete latinos hacen parte de la comisión internacional de juzgamiento, entre ellos representantes de Brasil, Argentina y Chile.

AL DÍA diálogo vía telefónica con este orgullo colombiano, desde la orilla de la playa de Barra de Tijuca, en Río de Janeiro (Brasil), para conocer detalles de su experiencia olímpica, y todas las peripecias que ha realizado para obtener la insignia Blue Badge, máximo grado que otorga la Federación Internacional de Tenis de Mesa a los jueces, un equivalente a ser árbitro Fifa en el fútbol.

“La experiencia ha sido algo inolvidable y a la vez muy enriquecedora tanto a nivel personal como profesional. Me tocaron partidos de mucho nivel, tuve la oportunidad de estar en semifinales, algo que visioné desde hace años y que gracias a Dios pude conseguir. Ya conocía a muchos de los competidores, sabía cómo era su manera de jugar; pero aquí en los Olímpicos las exigencias son mayores, y por lo tanto se maneja un nivel más alto de estrés, por lo que toca estar el doble de concentrado para tomar buenas decisiones”, explica Yohanna, quien reside en el barrio San Joaquín de Valledupar.

Ramírez llegó a Río de Janeiro el pasado 3 de agosto, y hoy deberá retornar a Colombia. Durante las extenuantes jornadas que iniciaban a las 7:00 a.m. y se extendían hasta las 9:30 p.m., esta valduparense afirma que debía mantener activos sus cinco sentidos, toda vez que de su desempeño depende que siga siendo elegida para estar en las competencias más importantes a nivel mundial. “Además de una buena concentración, debes tener una excelente óptica del juego, porque la pelota viaja muy rápido, con velocidades de hasta 3.000 revoluciones por minuto (es decir unos 100 Km/h), así que debes estar atenta para no equivocarte”.

Yoanna Ramírez, quien hace ocho años labora como directora administrativa del Colegio María Montessori en la capital del Cesar, señaló que el pabellón de tenis de mesa es uno delos más tranquilos de Río de Janeiro, alejado de las polémicas de sexo, acosos y robos que han sido comunes en la villa olímpica. “Aquí reina la paz, los deportistas que en su mayoría son europeos y asiáticos, han estado alejados de los escándalos sexuales como ha ocurrido con los participantes en otras disciplinas. Todo transcurrió con tranquilidad, porque aquí lo que impera es la organización y la disciplina”.

Sobre los reconocimientos obtenidos, dice que es una labor que hace más por su pasión a este deporte que por cualquier otra cosa. “Para asistir a las competencias del ciclo olímpico solo me envían los pasajes y viáticos, y para el resto de eventos internacionales me toca costearme mis tiquetes. Ahora en Río me cancelarán por mis servicios como juez, será mi primer pago”, declaró entre risas.

Yohanna inició la práctica de este deporte de manera aficionada cuando estudiaba en el Colegio María Montessori. En el 2000, cuando ingresa a la Universidad del Norte a sus estudios profesionales, decidió meterse de lleno a la práctica del también denominado pingpong, y llegó a convertirse en Campeona Regional por Equipos en los Juegos Universitarios 2003. “Tras regresar a Valledupar vi que no había un lugar para continuar practicando esta disciplina, y me di a la tarea de conformar los diferentes clubes. En el 2009 fundé la Liga de Tenis de Mesa del Cesar”, rememora.

El 9 de diciembre de 2009 Ramírez comenzó una nueva etapa en este deporte, al llegar a interesarse por el arbitraje durante el desarrollo del Campeonato Juvenil del Mundo de Tenis de Mesa, que se cumplió en Cartagena. “Esos partidos me hicieron abrir mi visión de este deporte y comenzar a soñar en grande, porque palpé de cerca el papel relevante que ejercen los jueces, los cuales son muy respetados, más que cualquieárbitro de fútbol. Además vi una oportunidad de seguir en el deporte que tanto quería, porque ya estaba muy pasada de edad para jugar”.

SU SALTO PROFESIONAL

En 2010 inició el proceso para convertirse en juez internacional, y viajó a Guayaquil (Ecuador) a recibir el curso de árbitro. Lo aprobó e inmediatamente comenzó a ejercer en los diferentes eventos nacionales e internacionales que tenían sede en Colombia.

“Durante dos años aproveché estas competencias para afianzar mis conocimientos, y a finales de 2012 asistí al Campeonato Mundial Juvenil en Puebla (México), donde me fue muy bien y quedé inscrita para presentar el examen como árbitro avanzado, prueba que realicé en 2013 en París (Francia)”, explicó Ramírez, quien ese mismo año obtuvo la distinción Blue Badge, que le permitió llegar a Río 2016. “De 20 aspirantes solo 5 logramos superar todas las pruebas, entre estas exámenes teóricos y físicos, pruebas de desempeño y una entrevista en inglés. Este proceso duró ocho meses, y al final del 2013 obtuve mi reconocimiento Blue Badge, siendo de paso la primera y hasta el momento la única mujer en lograrlo en Colombia”.

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