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“Todos han sufrido por el cobro de algún tiro penal”: la columna de Hugo Illera

Con el pie izquierdo que se hunde en la gramilla, se dobla hacia afuera, y lo deja sin el soporte para poder dirigir el balón hacia el arco.

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Lo de Teófilo y lo del Metro se volvió ob­sesivo para algunos y, para dicha de ellos, se juntaron esta vez.

El penalti cobrado por Teófilo a Tigres y la gramilla del esta­dio se juntaron para darle paso a la maledicencia y al fastidio que cargan unos por el jugador barranquillero, otros por la sede de nuestro seleccionado y otros más por las dos cosas.

Con solo ver la re­petición del cobro del penalti se resuelven todos los interrogantes. Teófilo se impul­sa para patear con pie derecho. Se apoya, entonces, con el pie izquierdo que se hun­de en la gramilla, se dobla hacia afuera, y lo deja sin el soporte para poder dirigir el balón hacia el arco.

Este es el video en donde Teófilo Gutierrez falla el cobro del penalti:

Es un infortunio para un buen pateador o regular pateador. Na­da tiene que ver la gramilla. Los obsesio­nados por la gramilla se agarraron de ahí para reiniciar su campaña. La grama del Metro es la mejor del país junto con la de Techo que pareciera tener una gramilla biónica que aguanta el uso y el abuso.

Lo que tiene la grama del Metro es que está floja por las constantes lluvias. Estamos en plena temporada de huracanes lo que incrementa los tradicionales aguaceros barranquilleros.

Messi, Cristiano, Ney­mar, Suárez, Cavani, Forlan, Riquelme, Tévez, Vidal, todos han sufrido por el co­bro de algún tiro penal.

Roberto Baggio ti­ró la pelota a las nubes en la final de USA 1994 que ganó Brasil a Italia y Zico estre­lló la pelota contra el palo derecho en la definición con lanzamientos entre Brasil y Francia en Guadalajara en México 1986 y quedaron eliminados. En aquel partido también fallaron Sócrates y Platiní. No fueron partiditos, fueron partidos históri­cos en campeonatos del mundo.

Pero bueno, cada quien lleva su pro­pio Vietnam a cuestas. Muchos de esos personajes se solazan con el mal ajeno. Así son. Como si fueran la perfección en­carnada…