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CRÓNICA | ¿Postrada en una cama durante cuatro años por un error médico?

Perdió la movilidad. Su esposo la abandonó, se quedó sin su vivienda y sus negocios ¿Culpa de un error médico?

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Una alteración de su ciclo menstrual, en junio del 2012, llevó a Omaira Del Socorro Valencia Pacheco a visitar al médico y, a partir de entonces, a temerles de por vida. ¿La razón? Tres meses después de aquella consulta (el 25 de septiembre), cuando un ginecólogo le extrajo la matriz, fue la última vez que Omaira logró levantarse por sí sola de una cama.

Desde ese día, la mujer está postrada en una silla de ruedas y confinada dentro de una pieza que arrendó en el barrio El Porvenir, de Soledad. Ella y su familia aseguran sin titubeos que “un mal procedimiento médico” en la aplicación de la anestesia (en la columna) la mantiene sin poder caminar.

Con ayuda de dos de sus cuatro hijos persiste en una batalla jurídica contra el Hospital Departamental Juan Domínguez Romero de Soledad, centro asistencial donde se realizó la operación. También contra la Clínica de la Costa, lugar en el que fue valorada 15 días después de la cirugía, e igualmente contra la Eps Cajacopi.

La primera audiencia para definir una posible acción penal contra estas tres entidades se realizó el pasado 28 de julio, casi cuatro años después de ocurrido el incidente. Sin embargo, Omaira, de 47 años, siente que “el proceso no avanza” y con el trascurso de los días disminuyen sus posibilidades de recuperación.

Nostalgia de otros tiempos

Omaira nació en San José de Canalete (Córdoba); recordar la fecha de su cumpleaños está en el listado de eventos difusos que su cerebro, al parecer, borró por completo en los últimos meses.

“A veces se me olvidan las cosas y me las tienen que estar recordando. Desde que me operaron de la matriz he quedado así”, afirma mientras uno de sus hijos le dice en voz baja que ella nació el 25 de julio de 1969.

Pero hay cosas que no necesitan recordarle. Por ejemplo, jamás olvida que por sus venas corre la misma sangre de una campeona mundial de boxeo femenino. Muy segura y con una amplia sonrisa, Omaira sostiene con orgullo que es prima hermana de Enis Pacheco, quien también creció en las mismas calles polvorientas de Canalete.

De sus mejores años -intactos en su memoria- están las épocas de carnavales en Barranquilla, en las que disfrutaba disfrazarse de viejita o de militar. También las misas dominicales que la regocijan desde que era niña.

Reponerse a la adversidad

Además de la imposibilidad para caminar, Omaira arrastra un problema de hipertensión, un dolor permanente en el pecho e infecciones en los riñones que le hacen una vida muy difícil.

Desde su postración actual, Omaira Valencia recuerda su laboriosidad en la casa paterna. Dice que a los 15 años salió del seno del hogar y se vino con una tía a Barranquilla. Aquí empezó a trabajar de doméstica en casas del norte y luego vendió lotería. En este juego conoció a Anibal Amador Silva, el padre de sus dos últimos hijos, con quien luego montó una llantería y ahí mismo un restaurante. Todo para darles una buena educación a Anibal y a Dilia, sus dos hijos de 19 y 18 años respectivamente. Ellos son "los ángeles" que ahora la acompañan y protegen en su estado.

“El papá de mis hijos cuando vio que quedé mal me abandonó. Me dijo que si yo quería pagar las deudas que arrendara la casa y que él no iba a dar para el transporte de colegio de mis hijos, ni para los servicios del hogar”, recordó la mujer cuando dialogaba con AL DÍA, al tiempo que pedía un ventilador para mitigar el sofoco que, a esa hora (10 de la mañana), convertía el reducido cuarto de alquiler en un pequeño infierno.

Para solventar los gastos de la familia en su nuevo estado de invalidez, Omaira vendió dos casas que adquirió con sus más de 25 años de trabajo. Una en la urbanización La Candelaria (segunda etapa), y otra en el barrio Viña del Rey, en Soledad. También tuvieron que liquidar el restaurante y un negocio de alquiler de lavadoras que tenía a su cargo antes de la cirugía. Parte de ese dinero les ha servido (además de salir de deudas) para pagar las idas a las citas médicas, los pañales desechables que usa por su problema urinario, la comida y los gastos de sus dos hijos.

“Esto es agonizante y en el hospital no quieren responder, dicen que todo salió bien, cuando no es así”, afirma Omaira.

¿Se hará justicia?

Para Alberto Peña, abogado que lleva la defensa del Hospital Juan Domínguez Romero de Soledad, es necesario que también vinculen judicialmente al personal médico que participó en el nefasto procedimiento del 2012: un cirujano y a la anestesióloga que menciona la afectada como la responsable de su tragedia.

Sin embargo, esta petición no le fue aceptada debido a que el juez consideró que la solicitud “no se había hecho en la forma correcta”, explicó el jurista en diálogo con AL DÍA.

“El hospital está muy preocupado por esta situación. Estamos atentos a cualquier decisión judicial que se presente para poder cumplir de conformidad con la ley (...) Esperemos que la justicia tome su decisión, pero que ojalá escuchen a todas las partes que intervinieron en estos hechos y así todo sea más razonado y efectivo”, concluyó el abogado Peña.

Mientras tanto, Omaira Valencia Pacheco sigue arrastrando su drama sin solución pronta a la vista. Los recursos se le agotan, no así sus ganas de vivir y de que en su caso se haga justicia.