Historias

El oficio de dobladoras de tabaco persiste a pesar de vueltas del negocio

La economía ha primado sobre la tradición y un arte que se lleva en la sangre en los Montes de María.

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La maestría con la que Lucila Castro Sincelejo dobla 30 tabacos de punta en diez minutos la adquirió en las faldas de su mamá. Tenía diez años cuando al lado del asiento donde reposaba la progenitora observaba el paso a paso para envolver el jamiche con la capa y sellarlo con el almidón.

Sin sospecharlo, con ese oficio dobló su propio futuro porque dedicó la vida a ello. En la juventud ayudaba económicamente a la mamá, luego construyó la casa y educó a los hijos gracias a la envoltura del tabaco. A diario, cuando el reloj se ubicaba en las 7:00 de la mañana se sentaba a comenzar la labor.

A las tres horas completaba mil 500 tabacos bien envueltos los cuales vendía a 35 mil pesos, un tesoro en esa época. Tiene 64 años y desde hace diez no dobla, pero en su mente y manos la práctica está intacta. En Los Palmitos, pueblo donde reside, la referencia que tienen de ella es la de ser una dobladora bien adiestrada.

Saca una hoja arrugada de la planta de tabaco que usará como capa. Luce tan curtida como su piel trajinada por el sol y los años. La plancha con las manos y le tira el jamiche encima. La envuelve en un movimiento sincronizado y todo el proceso lo sella con el almidón que unta en una de las puntas del elemento tubular. Observarla es presenciar un ritual ambientado con una gaita que parece que llora en el fondo.

Y es que el tabaco también se usa para medir las distancias porque entre campesinos se preguntan “¿a cuánto está ese sitio de acá?” Y el otro le responde: “a tres tabacos”, por ejemplo. “Esto uno lo lleva en la sangre porque se lo enseñan los papás. Desde los 10 años yo salía a doblar a la calle para rebuscarme unos pesos. Mi mamá no tenía de dónde coger plata y nos ayudábamos con los tabacos. Eso era bonito oyó”, rememoró la mujer.

Ese oficio al que en los Montes de María llaman arte la une con Carmen del Socorro Contreras Pérez. Esta mujer, de 49 años, se siente orgullosa cuando le dicen dobladora. No es para menos, porque se trata de su imagen, recuerdo y modo de supervivencia. “Mire usted que esta es una tradición que me enseñó mi mamá y nunca se me ha olvidado”, aseguró.

Ellas se encargan de la mano de obra, los hombres de la comercialización. Aunque el negocio del tabaco en los Montes de María también ha dado la vuelta. Se ha doblado a la par del paso de los años.

Por ejemplo, en Ovejas, principal municipio productor de tabaco en Sucre, hoy en día solo hay una empresa comercializadora, pero hace algunos años había unas tres. Esto, según los conocedores del negocio, se debe a que el precio ya no es rentable.

Se atreven a asegurar que el 20% de las familias que todavía lo cultivan lo hacen es por tradición y no por comercio. En Los Palmitos está el productor Blas Rivera quien tiene una pequeña fábrica de tabaco. Aseguró que el éxito que anhelan de este negocio actualmente se logra es elaborando un buen producto basado en la rapidez, pero con una buena técnica.

“Solo así podemos competir desde los Montes de María. Todo este tiempo hemos vivido económicamente de un producto autóctono, que nos representa ante el mundo”, indicó. Emiro Sarmiento, de 58 años, también se dedica a empacar y distribuir el tabaco. No se atrevió a asegurar que el negocio ya no es rentable, pero sí que ha cambiado mucho.

“Todo va evolucionando. Depende de nosotros el empeñarnos en hacer un buen producto y buscar buenos compradores”, expresó. Los datos que manejan los empresarios dan cuenta de que en este año se sembraron 800 hectáreas de tabaco negro entre Los Palmitos, Chalán, Ovejas, Colosó y San Pedro.

La única comercializadora que les compra actualmente paga la hectárea en unos 950 mil pesos, según sus estadísticas. Una de las alternativas que usan los pobladores de estos municipios para rescatar dicho negocio es el tradicional concurso de dobladoras de tabaco que se hace anualmente en Los Palmitos, en el marco del Festival por la Vida.

En este, las mujeres muestran su talento al momento de doblar y dejan entrever que, al menos en sus manos, la costumbre sigue viva. Por tradición Rodrigo Santos Ozuna, gestor cultural de Los Palmitos, afirmó que aún existen buenos materiales y que eso puede ser la salvación para mantener vivo el aroma a tabaco.

Con información: Ernesto Benavides Sierra.

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