Historias

Gil Altamar, la leyenda del Carnaval de Barranquilla que necesita ayuda

Esta insignia de la música carnavalera vive su propio drama alejado de la música.

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Cada vez que los integrantes de la agrupación musical Los Hijos del Gallo Giro salen a una presentación; el padre de estos, Gilberto Rafael Altamar Ayala, queda en casa llorando, lamentando no poder acompañarlos. Es que debido a que tiene los riñones destrozados como secuela de una hipertensión que arrastra desde hace varios años, le toca reposar en el hogar, a la espera de que sus hijos regresen para preguntarles cómo les fue.

A este ícono del Carnaval su cuerpo y voz ya no le responden como en 1985, cuando inmortalizó su nombre al sacar al mercado discográfico El Gallo Giro, un disco que inmediatamente se convirtió en clásico de estas fiestas.

Gil Altamar es su nombre artístico, tiene 67 años, es oriundo de Sitionuevo (Magdalena), y reside desde hace 32 años en la calle 16 No. 17-46, barrio La Luz. Allí lo visitó AL DÍA, y sentado en una mecedora de mimbre en la sala de su casa; nos contó el drama por el que atraviesa.

Le practican tres diálisis semanales, y su situación económica no es la mejor. Sobrevive de las regalías que recibe por los más de 30 trabajos discográficos que realizó con su grupo Los pregoneros de Soledad, que lideró a partir de 1983.

Gil Altamar llora porque sus amigos lo tienen olvidado. | Foto: Jesús Rico


“Me provoca salir detrás de mis ‘pelaos’, pero ya no estoy para esos trotes, me duele todo, los años no pasan en vano, me siento agotado. Quiero que me ayuden, pero sobre todo que estén pendiente de mí, porque me tienen olvidado, nadie me echa siquiera una llamadita”, dijo el artista al tiempo que se desata en llanto.

Uno de los pocos que se preocupa por acompañarlo en estos momentos difíciles es Wilmar Rosales, quien por más de dos décadas fue el animador oficial de sus presentaciones. “Gil siempre fue de contextura gruesa, pero desde agosto del 2014 se complicó; y hoy muchos de sus seguidores no lo reconocerían por lo flaco que está. Ya lleva cinco meses de diálisis y se siente triste. El semblante solo le cambia cuando ve alguna mano amiga”, explica Rosales, quien agrega que el ‘Gallo Giro’, como lo llama la gente, era toda una figura desde que se subía a la tarima. “Ofrecía un show que gustaba mucho, en el que hacía como gallo, mico y caballo. Sé que para esta época de Carnaval se torna sensible, porque recuerda aquellos tiempos en los que la vida le sonreía”.

En donde sí se acuerdan del intérprete de éxitos como La estera, El ají picante, El pan rajao, entre otros, es en su tierra natal. Allí el próximo 5 de febrero le rendirán un homenaje.

“Es lamentable que una insignia del folclor se quede en el olvido. Ha hecho méritos para haber sido homenajeado este año por Carnaval S.A., porque los homenajes son más lindos si se hacen en vida; pero nadie se acuerda del viejo”, lamenta su hijo Gilberto Altamar Gómez, quien durante 16 años fue percusionista de la agrupación del Gallo Giro.

Pero no todo es tristeza, Gil Altamar saca un poco de fuerza y luego de lanzar su grito de batalla (el canto de un gallo), entona una estrofa de la canción El mico ojón, de Pedro ‘Ramayá’ Beltrán, a la que en la grabación le puso la nota alegre con el guache, e hizo los coros. “Tengo un mico narizón/ para que lo sepas tú/, también el mico es ojón/ y es bastante peluo”.

“En Carnaval me gustaba el desorden, cuando subía a la tarima me llenaba de alegría porque podía hacer lo que más me gusta en la vida, que es cantarle a la gente, improvisar un poco, hacer como mico, o relinchar, como lo hice en la canción Caballo Chovengo. Pero esta enfermedad me tiene amarrado en vida, y no puedo hacer mi show”, manifiesta Altamar, quien desde los 10 años se radicó con sus padres en Soledad, y en 1979 formó parte del grupo de Pedro Ramayá.

MANTIENEN VIVO EL LEGADO

Las últimas presentaciones musicales de Gil Altamar fueron el 23 de agosto del 2014, en Polonuevo (Atlántico); y luego en el estadero La Estación.

Ese día, rememora su hijo Waldith Altamar, los delegó oficialmente para que continuaran el proyecto sin él. “Nos dijo que se sentía muy enfermo, pero que quedaba tranquilo porque ya nosotros hacíamos las cosas bien y podíamos responder”, dice el percusionista.

De la agrupación Los hijos del Gallo Giro, también hace parte Harlys Altamar, quien es el vocalista principal, él fue encargado de reorganizar la agrupación.

“Ya hemos hecho tres trabajos, estamos estrenando una producción que se denomina Sigue la tradición, que incluye solo éxitos grabados por mi padre y Aníbal Velásquez, con quien el viejo también triunfó. Estamos trabajando fuerte para mantener vivo su legado, sabemos que no es nada fácil, pero tenemos esa misma energía que el dejaba en la tarima y eso nos está ayudando”, indica Harlys.

Pese a que sus hijos ya se desenvuelven solos, el maestro Gil Altamar está atento de todos los detalles del grupo.

Gilberto Altamar Jr. otro de sus hijos, cuenta que pide estar presente en todos los ensayos. “Se anima mucho cuando nos ve ensayar, se le ilumina el rostro porque siente la alegría carnavalera en la casa. También aprovecha y nos aconseja, nos dice que le pongamos todo el sabor y que seamos muy cumplidos con los organizadores de los eventos que nos contratan”.

EXTRAÑA SU MANO AMIGA

Hoy el Gallo Giro extraña al cantante Rafael Orozco, a quien consideraba su gran amigo. Según cuenta Gil, el líder del Binomio de Oro lo apoyó para crecer a nivel profesional y dar a conocer su música internacionalmente. “‘Rafa’ me ayudó mucho, era un amigo incondicional, me llevó a varios de sus conciertos por toda Colombia y Venezuela.

Le pedía a quienes lo contrataban que me abrieran las puertas a mí, y eso es algo que siempre le reconoceré, como quisiera que estuviera vivo para que me diera la mano en esta lucha”. Altamar explica que lo que más extraña de Orozco son sus consejos. “Me decía que me cuidara mucho, que dejará de andar tomando y siempre estaba pendiente de mí. ‘Rafa’ era una gran persona. Cuando lo mataron lloré mucho y aún lo sigo recordando”, concluyó en medio de su tragedia y a la espera de la gente que disfrutó su música.