Historias

Gracias compadre por haber existido...

El periodista Hugo Illera, amigo y compadre de Édgar Perea, hace una semblanza del connotado hombre de radio y televisión.

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Y aquí estoy querido compadre, en esta noche fría bogotana, tratando de escribirlo algo para despedirlo. Nada de lo que consigne aquí será mucho para relatar su azarosa y exitosa vida como narrador deportivo y mucho menos por su vida personal. Y así es compadre. Tuve la fortuna de conocer al campeón Perea, narrador de los deportes y amante del Junior como el que más, y el plácido y mamador de gallo Édgar, el amigo.

En estos días previos a esta triste noticia, de su viaje a reunirse con el buen Dios y con su virgencita del Carmen, su ahijada Andrea Carolina me revolvió la vida. Estuvo mandándome fotos y de verdad que estuvo usted en los momentos más importantes de nosotros. Momentos maravillosos de esos que se quedaron en nuestras almas para siempre.

Ah momentos esos. El Romelio, estrellas del Junior, los campeones de boxeo, los viajes por todos los continentes, por todas las grandes ciudades del mundo, el Roberto Meléndez que usted ayudó a construir. Pero también las fiestas, el carnaval, los bautizos, las noches familiares. Le prometo al rompe, que no escribiré libro alguno para contar sus intimidades. Ni más faltaba. Esos secretos se quedarán entre los dos.

Un barranquillero más

Puedo dar fe de su amor por Barranquilla y la Costa Caribe. De todos los problemas que le salieron por defender al Junior y a nuestra ciudad. Mucha de esas cosas las heredé y, créame, que siempre lo tengo presenté cuando de defender nuestras cosas se trata. Hubo tantos momentos.

Recuerdo que solo lo vi llorar dos veces en mi vida. Aquella noche cuando el Junior goleó al América 4-1 en el Romelio.después que Poncho Rentería escribiera que “el Junior era un equipo de parapléjicos”.En el cuarto gol nos abrazamos mientras usted le pegaba con el puño a la pared y rompía en llanto después de gritar por primera vez “para ganarle al Junior tienes que matarlo, al Junior tienes que matarlo…”. Y la noche aquella en Johannesburgo cuando nos despedimos, pues íbamos a la final del Mundial de Suráfrica y, esa misma madrugada, volvía yo a Colombia.Los ojos aguados fueron la señal inequívoca que Barranquilla le hacía mucha falta. Sin duda.

Muchas anécdotas

Fueron muchos los abrazos de festejos, despedidas y felicitaciones. Como en aquella tarde de Nantes en el Mundial de Francia cuando, después de narrar Brasil-Dinamarca, usted se despidió de su público pues se iba a lanzar a la política. Le juro que me hubiera gustado haberme opuesto a esa decisión y haberle aconsejado que no lo hiciera. Fueron tantos momentos, el fútbol, el béisbol nuestro y en las Grandes Ligas, el boxeo y todos nuestros títulos, hasta ir a Belfast en plena guerra de bombas detrás de Fidel Bassa o a Seúl detrás de Rodolfo Blanco.

Aquella noche en Boston fue inolvidable cuando Joaquín Gutiérrez debutó en las grandes ligas con los Medias Rojas. Fuimos a transmitir para Caracol Radio y, esa noche, Joaquín estrelló un batazo contra el Green Monster en el Fenway Park y la narración emocionante suya fue tomada por la transmisión de televisión sin que nos diéramos cuenta. Al salir del estadio fuimos a un restaurante cachetoso con Fabio Poveda y Pedro Anchila. Durante la cena comenzó el noticiero local y en las pantallas apareció el batazo de Joaquín y la narración suya. Al terminar el presentador gringo dijo: “Señores, esto es narrar béisbol”. Y el público se puso de pie y lo aplaudieron cuando descubrieron que ese narrador estaba junto a ellos en el restaurante.Por supuesto que se puso jopón, compadre.

Fueron tantas cosas y tantas anécdotas. Hace poco, la última vez que me llamó lo sentí vital. A pesar de la cruel enfermedad lo sentí con ese sentido que siempre le dio a la vida, siempre para adelante, nunca para atrás.Me dijo casi riendo “compadre, ya me han matado 14 veces”. Y yo le dije, tienen huevo. Hay campeón para rato. Quiero darles las gracias por todo, por haber sido mi mentor y definitivo en mi carrera. Por haber sido mi amigo y padrino ejemplar de mi hija Andrea Carolina. Y por habernos llenado de tantas alegrías con esa narración vibrante, al pie de la bola, golpe por golpe. Gracias por los goles, los jonrones y los nocauts. Gracias por habernos enseñado a sentirnos orgullosos de nuestra región caribe. Gracias por haber sido el Juniorista número uno. Por aquello de Junior tú Papá. Gracias compadre por haber existido…

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