Historias

La carta de una alcaldesa colombiana que todo homófobo debería leer

Blanca Inés Durán escribió esta conmovedora carta por el Día Internacional contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género.

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Blanca Inés Durán Hernández es ingeniera industrial de la Universidad de los Andes, política y activista.

El 19 de abril de 2008 asumió como Alcaldesa Local de Chapinero en Bogotá, cargo que ejerció hasta el 20 de enero de 2012, siendo así, la primera mujer abiertamente gay en ostentar dicho cargo en la historia política de Colombia.

Durán se destaca por su labor como activista en favor de los derechos colectivos LGBTI y de los Derechos Humanos en Colombia, de hecho, fue una de las fundadoras de Polo de Rosa, la organización LGTB del partido Polo Democrático Alternativo.

El Espectador publicó una carta escrita por la política dirigida a los homófobos pero especialmente dedicada a una compañera de la universidad que se alejó de ella apenas se enteró de que es lesbiana, todo esto a propósito del Día Internacional contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género.


El Espectador


Querida Ana:

Me han pedido que escriba una carta dirigida a un homofóbico y aunque conozco varios, no pude menos que pensar en ti. Sé muy bien que me dirás que no eres homofóbica, incluso dirás que conoces algunas personas gais y que hasta les hablas, pero en muchas ocasiones he recordado tu reacción luego de saber que yo era lesbiana.

Cuando éramos compañeras de la Universidad fuimos muy unidas, recuerdo que nos conocimos en el segundo semestre y que junto con los vagos de mecánica y nuestra amiga S... nos íbamos a tomar cerveza barata en los chuzos de los alrededores. Siempre los viernes después de clases, esperábamos al último que saliera y nos íbamos juntos a escuchar salsa en algún sofocante espacio de no más de 10 metros cuadrados, donde todos los universitarios del sector intentábamos caber.

A veces nos íbamos a un parque (ahora no debería confesar esto, por los cargos que he ejercido, pero la juventud justifica un poco) y nos tomábamos las cervezas en lata y luego jugábamos futbol con ellas.

Siempre fuimos amigas, pero nunca te conté sobre toda la confusión y las dudas que tenía dentro de mí. De la culpa y la sensación de pecado que me hacían sentir en la iglesia, del miedo a que no pudiera “curarme” de esto y llevar una vida normal.

Nunca te lo conté porque no sabía cómo ibas a reaccionar, no sabía si lo podrías manejar, pero tú estabas allí, eras mi mejor amiga. Me acompañaste cuando mi papá murió, cuándo no tuve más dinero para pagar la universidad y tuve que suspender y trabajar, cuando me gradúe, aunque lo haya hecho un año después que tú.

Después de la universidad seguíamos viéndonos, nos tomábamos un café o salíamos a comer algo, nunca dudé de tu amistad. Un día no pude resistir más, llevaba más de un año saliendo a sitios gay, por fin comenzaba a admitir que no podía esconder más lo que sentía y que definitivamente mi amor jamás lo podría dirigir a un hombre, que mi amor sólo estaría dirigido a una mujer; no a cualquier mujer, no a todas las mujeres, cómo algunos creen, sino a aquella de la cual me enamorara.

Y un día al fin creí que la había encontrado, me enamoré de una mujer y con ella aprendí a aceptar mi orientación sexual, aprendí que no estaba enferma o era pecadora, aprendí que podía ser feliz. Así que decidí compartir esa felicidad con mis dos mejores amigas, con mis amigas de la universidad que tanto me habían apoyado y acompañado en otras ocasiones.

Las invité a S… y a ti a tomar un café y en medio de la conversación comencé a decirles que estaba saliendo con alguien, recuerdo que se alegraron, pero se extrañaron puesto que no me habían conocido un solo novio en la universidad y me habían escuchado decir cientos de veces que el matrimonio no era para mí; claro que el matrimonio con un hombre no era para mí. Les dije que estaba enamorada, pero que la persona con la que estaba saliendo no era un hombre, era una mujer.

No se me ocurrió otra forma de contarlo, no podía decirles que era Lesbiana, esa palabra me impactaba y ofendía demasiado en esa época. Tampoco quería decir que era gay u homosexual, sólo quería decirles que esa persona era una mujer.

Temía mucho por la reacción de S… ella era cristiana, muy devota y fiel a su iglesia, creí que ella me daría la espalda y me enviaría al infierno. Confiaba que tú, por ser más abierta y tranquila quizás entenderías mejor y podrías aceptarlo.

No me equivoqué mucho en la primera reacción, S… lloró y me dijo que, si estaba totalmente segura, estaba sinceramente preocupada por mí y aunque no lo dijo, sé que iría corriendo a orar por mi salvación. Tú, por el contrario, hablaste de los amigos gay que conociste en Brasil y de lo extraordinarias personas que eran, me sentí aliviada, iba a contar contigo.

Sin embargo, pocas semanas después noté que no contestabas mis llamadas, ni asistías a las reuniones que te invitaba. S… por el contrario se encontraba conmigo y me preguntaba cómo estaba, sabía que aún me quería, así sus creencias no estuvieran de acuerdo, ¿pero tú? De ti no sabía nada.

En un último intento por recuperar nuestra amistad, te invité a un cumpleaños en mi apartamento, quizás pensabas que te invitaba para seducirte y fuiste con S… y alguien más. Imagino que para que te protegiera, por la forma como me mirabas, con una combinación de pánico y asco, supe que ya no eras mi amiga y que jamás recuperaría a la persona que me acompañó en tan duros momentos.

Sufrí mucho por tu distancia, por tu silencio, pero sufrí aún más por la hipocresía con la que decías que no tenías problema con los homosexuales. Olvidaste decir que siempre y cuando no fueran tus amigos.

Hoy te escribo no para reclamarte o para hacerte sentir culpable, sino para decirte que gracias a ti y a muchas otras personas que me atacaron y me hicieron sentir culpable por lo que soy y lo que siento, por la persona a la que amo y de la cual la sociedad dice que no debería amar, decidí convertirme en activista y defender nuestros derechos, decidí trabajar para que los jóvenes no tuvieran que volver a sentir ese desplante y ese dolor de ser rechazados por aquellos que se supone que los quieren.

Gracias por hacerme crecer y ojalá algún día puedas entender que la homofobia es odio e ignorancia, no importa como la tratemos de presentar.

Un abrazo

Blanca Duran

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