Historias

La historia de Eduardo y María, un amor enfermizo marcado por la muerte

El destino trágico de un carretillero y una mujer que fue millonaria pero cayó en el vicio.

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Todo el mundo le advirtió a Eduardo Enrique Carmona Rodríguez que iba a terminar muerto o convertido en asesino, si continuaba la relación tormentosa que desde hace tres años mantenía con María Aleida Ospina, una viuda de 55 años, conocida en el barrio Chiquinquirá como ‘la loca’, o simplemente ‘lalo’.

Eduardo, de 62 años, trabajaba reciclando en una carretilla, y le iba bien porque compraba y revendía partes eléctricas y repuestos de carro. Con su trabajo se mantenía y pagaba $17 mil diarios ($510 mil al mes) por una habitación en el barrio Lucero, la misma donde lo encontraron muerto de una puñalada, el pasado domingo 8 de julio.

Según la Policía, Eduardo llegó borracho casi a la medianoche del sábado suscitándose una pelea con la mujer. “Ella le causó una herida. Luego se escondió en un cuarto y el sujeto amaneció muerto. La misma mujer llamó a la Policía y está siendo judicializada por homicidio”, informó ese día el coronel Jesús De los Reyes, comandante operativo de la Policía.

Quienes conocieron de cerca la relación de Eduardo y María contaron a

AL DÍA

episodios que le permiten a cada lector sacar sus propias conclusiones sobre lo que realmente ocurrió dentro de esa habitación. Ana Carmona, de 55 años, hermana de Eduardo, le aseguró a esta redacción que posiblemente ella fue la última persona de la familia que habló con él. Se encontraron a las 11:00 de la noche del sábado en una tienda del barrio Chiquinquirá. Eduardo, a quien todo el mundo conocía como el ‘Pirundo’, o ‘Piru’, estaba solo tomando cerveza y se alegró mucho al ver a su parienta.

“Me regaló $20 mil, y me dijo que estaba aburrido de María porque ella lo celaba mucho, y cuando tomaba se ponía violenta. Dijo que varias veces ella le había mandado puñaladas para joderlo. Le respondí que la dejara, que no fuera a buscarla esa noche, que se quedara en otro lado y luego se mudara en una habitación donde ella no pudiera localizarlo. Le rogué que se decidiera a irse, porque algún día ella lo iba a matar, o él la iba a joder”, relató Ana.

‘Piru’ asintió, se despidió de su hermana y le prometió que se tomaba la última cerveza y se iba. Todo indica que cumplió, porque una hora y media después agonizaba en su cama con una puñalada que le perforó el hígado.

Señora ‘en sus papeles’

De María cuentan que es viuda, y a pesar del consumo excesivo de licor, y al parecer drogas, no ha logrado extinguir la belleza que tuvo en su juventud. Alta, delgada y estilizada, de cuerpo armonioso y siempre bien vestida; la caleña es de buen trato y maneras finas cuando esta sobria; pero cuando se ‘intoxica’ se transforma en ‘lalo’, ‘la loca’.

Los familiares de Eduardo afirmaron que en su juventud María estuvo casada con un ciudadano de ascendencia libanesa, dueño de varios almacenes de bicicletas en el Centro de Barranquilla.

Con él tuvo tres hijos y llevaba una vida privilegiada, hasta que él murió de un infarto.

Al enviudar María cayó en las adicciones, y con el paso de los años dilapidó la fortuna que le dejó su esposo, al punto de que actualmente trabajaba como empleada domestica en una casa del norte de Barranquilla. Los hijos rescataron lo poco que quedó de la herencia y con ese dinero se educaron y salieron adelante.

“A nosotros nos decía que ella era vigilante y por eso salía cada 15 días. Nunca tenía plata, mi hermano era quien le solventaba todo, hasta el licor. Ni siquiera sabíamos que se llamaba María Aleida Ospina, siempre se identificó como Claudia, me entere de su nombre real cuando mató a mi hermano y llegué a la Fiscalía a averiguar por el caso”, manifestó Ana, la hermana de Eduardo.

Nadie les arrendaba

Carlos Manotas, vendedor de repuestos usados, amigo del ‘Piru’, recordó que una vez este le contó que había conocido a María en una ‘olla’ de vicio de la Zona Cachacal. Juntos habían ido saliendo de las drogas hasta convertirse en pareja. Estaban mejor, aunque ella era muy celosa y perdía el control cuando tomaba.

De hecho a la pareja la habían echado de tres pensiones en Chiquinquirá, y en esa zona nadie le quería arrendar a Eduardo, porque ya se sabían que los fines de semana llegaba ‘Lalo’ y empezaban las peleas. los golpes y los escandalos. “Mi hermano estaba enamorado de ella, todos sabíamos que eso iba a terminar mal, pero no tenía la fuerza para dejarla, ella siempre lo buscaba y se arreglaban. Lo celaba con todo el mundo, hasta conmigo, ella le daba y él le respondía, esas eran las peleas de ellos y vea en lo terminó todo”, afirmó Ana.

“Tenían un amor enfermizo, sentenció Carlos Osorio un paisa que vivía en una de las habitaciones contiguas al lugar donde María apuñaló al ‘Piru’. “El era un tipo muy correcto, siempre pagaba los $17 mil de la pieza puntual, y si era festivo daba la plata el lunes. Los otros inquilinos los escuchábamos discutir cuando ella venía los fines de semana y darse golpes, pero nadie se metía en eso. Después del asesinato yo me mudé”, agregó el antioqueño.

Ni siquiera le hicieron audiencia

A Ana Carmona le duele el triste final que tuvo su hermano, de quien afirma la desgracia persiguió durante toda la vida.

El ‘Piru’ nació en Cartagena, y desde los 18 años se radicó en Barranquilla. En su juventud tuvo esposa, casa y tres hijos, pero todos murieron: Eduardo, de un infarto el año pasado; Heiser, baleado hace cinco años; y James, también asesinado por andar con una mujer ajena.

Mi hermano a pesar de sus errores era un tipo responsable, trabajador, nunca robó, nunca le hizo mal a nadie para conseguir sus cosas, no merecía morir como un perro a manos de esa mujer”, lamenta Ana. También denunció que ha sido víctima de la tramitología cuando ha ido a la Fiscalía a informarse sobre el caso. “Es la hora y no me he podido entrevistar con el Fiscal, siempre me dicen que no está y me mandan de un lado para otro, la justicia no es para nosotros, la gente pobre”, afirmó.

Ana considera que no es justo que Maria esté libre, y se quejó porque ni siquiera la llevaron a audiencia ante un juez, sino que el mismo día de los hechos (domingo) le dieron libertad “porque no hubo flagrancia en su captura”, explicó.

Hoy Ana tiene cita para ir a la habitación en la que asesinaron a su hermano y recoger las pocas cosas que dejó. “Si me hubiera hecho caso esa última vez que hablamos no habría terminado así, pero fue su elección, ir a buscar a esa mujer, como si ella fuera la muerte que lo llamaba para llevárselo”, sentenció.

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