La joven quinceañera se convirtió en la favorita del público
La joven quinceañera se convirtió en la favorita del públicoCortesía
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La reina del Atlántico que se quedó sin corona en el Festival Vallenato

La joven quinceañera se convirtió en la favorita del público

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Con la misma fuerza –o más– con la que el público vallenato rechazó las palabras del presidente Juan Manuel Santos hace una semana, el Parque de la Leyenda abucheó el resultado de los ganadores de la categoría juvenil en el recién culminado Festival Vallenato.

Una vez se conoció que el ganador era Alberto Ovalle, de 16 años, el público chifló, refunfuñó y lo calificó como una “rosca”. Para los asistentes, la reina del acordeón juvenil era Loraine Lara Mercado. Pero no, la sabanalarguera de 15 años ni siquiera quedó de ‘virreina’ ni de ‘primera princesa’. El segundo (para Juan Camilo Guerra) y el tercer puesto (entregado a Roberto Kammerer) también le fueron negados.

“De los machos soy el susto”, se le escuchó cantar a Loraine la noche del pasado viernes, mientras tocaba una puya con su acordeón, perrenque y decisión. “Y tiene razón lo que dice esa canción”, todavía piensa (ya sabiendo los resultados) Paola Sarabia Carrillo, la cesarense de 16 años que la acompaña con la guacharaca.

El conjunto típico femenino que Loraine organizó “para impactar” en el Festival lo completa la caja de la bolivarense Deisy Mendoza Vásquez, de 15 años.

“Yo sí quisiera que Loraine me diera la oportunidad de seguir siendo su cajera, para darme a conocer con ella”, aspira, convencida de que juntas han logrado una “muy buena compaginación” y que, por supuesto, “tres mujeres, interpretando el vallenato puro, se ven muy bonitas en una tarima”.

Y es que apenas Loraine empezó con su puya en la final del concurso, el público se puso de pie y aplaudió durante los (tantos) minutos que duró su interpretación de este aire. Ni qué decir de los solos de Deisy y de Paola, esos también agitaron los ánimos.

“Yo me sentía contenta por la aceptación del público y hasta de los jurados por los resultados de las primeras rondas, que en todas pasé con el puntaje perfecto, 4.800. Ya la final me toca aceptarla, tal vez no convencí al jurado como convencí al público”, dice Loraine, quien también se destacó por presentarse con canciones propias.

Pero, ¿cuáles fueron las razones por las que Loraine no quedó ni siquiera entre los tres primeros lugares?

“No lloré (por los resultados) pero sí me entristecí mucho. Ya será esperar el otro año para ganar aquí”, dice Loraine esperanzada.

 

Tras la corona del acordeón.

Loraine aprendió a tocar hace tres años con su papá, pero no fue fácil convencerlo de que valía la pena ser músico. “Mi papá no quería que yo estuviera en la música, nunca, porque mi hermana canta y, cuando a ella le tocó irse seis meses a Pasto a hacerle coros a Las Musas del Vallenato (Patricia Teherán), eso a él le dio muy duro, porque le hizo mucha falta”.

Apenas tenía unos 10 años cuando Pedro Lara la encontró con el acordeón en las piernas y la barbilla sobre él, queriéndolo abrir en vano. “El acordeón se veía más grande” que ella, pero Loraine insistía en tocar una de esas canciones que su padre, también acordeonero, enseña en su Escuela de Formación Mañe Mercado, de Sabanalarga. Pedro, emocionado al verla, no tuvo otra opción que explotar el talento de su hija para el vallenato.

“Primero me enseñó canciones comerciales, que son las más sencillitas y no necesitan de mucha agilidad”, comenta Loraine, recordando los días en los que ‘La piña madura’ y ‘Mario espejo’ la fueron ayudando, poco a poco, en la digitación del instrumento vallenato.

Hoy, cuatro años más tarde, se enorgullece de haber ocupado los primeros puestos en festivales de El Paso, La Loma y La Paz, en Cesar; así como en Albania, Urumita, Villanueva, Riohacha y Patillal, en La Guajira. Y como si fuera poco, también se ha alzado a ritmo de cumbia y porro en festivales de la Sabana, esos que tienen lugar en Lorica, Sincelejo y Chinú.

“La música de los festivales me gusta más que la comercial. De hecho, yo considero –y todos me dicen– que lo que mejor toco es el son, este aire no es tan fácil como parece, hay que llevarlo muy marcado, y me gusta mucho”, expresa Loraine, también amante de la “jocosa” puya y de los temas del cantante (polémico por estos días) Poncho Zuleta, por “tener música, letra y capacidad de transmitir”.

De su paso por el gran festival de la capital mundial del vallenato, vale decir que no es la primera vez que se presenta, antes, en 2013, participó en categoría infantil. También hay que decir que esta no es la primera vez que Loraine se siente “robada”. El año pasado, para esta misma época, le fue robado su acordeón favorito durante una presentación en Valledupar. Sin embargo, ello no le ha quitado las ganas de ser, muy pronto, la reina del Festival de la Leyenda.

“También me gustaría grabar un CD, hacer alguno videos, pero con alguna mujer”, dice, con tono empoderado, como queriendo demostrar, una vez más, que de los machos es “el susto”.

Por ahora, Loraine se despide con una puya que, en minutos, le compuso su hermana y que bien resume su sentir: “De nada sirve en la vida, tener corona comprada, yo demostré en la tarima lo que la gente esperaba. Pa’ qué ser reina sin pueblo, eso no sirve pa’ nada, demostrando mi talento, sé que un día voy a ganar. Los aplausos de mi gente, pa’ mí fueron lo mejor, los aplausos de mi gente, pa’ mí fueron lo mejor, y que todos comenten Loraine fue quien ganó”.

 

La guacharaquera.

Paola aprendió a tocar la guacharaca en los tiempos libres que le dejaba el colegio. Ahora estudia Licenciatura en arte, folclor y cultura y dice que el merengue es el aire que “mejor” le sale, aunque su favorita sigue siendo el paseo de Loraine con el participaron en el Parque de la Leyenda, titulado ‘Con los pitos y los bajos’.

 

 

La cajera.

Deisy es hija de un acordeonero, Milciades Mendoza. Empezó tocando la guacharaca, pero después quiso “marcar la diferencia y ser una mujer que toca la caja”. La puya y el merengue son los “mejores aires” que toca, pero se le mide “a lo que sea”, sin perder la fuerza negra y el ritmo que exige el instrumento africano.

 

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