Historias

“Nos vemos a la noche, amor”, el último mensaje a su esposa del policía que murió en atentado en Barranquilla

El uniformado estuvo en peligro de muerte cuando formó parte de un grupo especial que patrullaba en Arauca.

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En los nueve años que permaneció en la Policía, el patrullero Anderson René Cano Arteta le tocó verse dos veces cara a cara con la muerte... y le ganó.

La primera fue en 2011, cuando hacía parte del Escuadrón Móvil de Carabineros (Emcar) y patrullaba la zona rural del departamento de Arauca, considerada ‘zona roja’ por la presencia de todo tipo de grupos al margen de la ley.

Ultima formación antes de que explotaran las bombas, en el círculo rojo la zona donde estaban Anderson y su compañero Freddy de Jesús López Gutiérrez (recuadro). Ambos murieron en la explosión

Anderson cuidaba un oleoducto y un día un grupo guerrillero, al parecer las Farc, detonó una carga explosiva al paso de la patrulla. Murieron dos policías y varios quedaron heridos, entre esos Anderson, quien sufrió lesiones en los tímpanos.

Tres años después, a mediados de 2014, participaba en una jornada nocturna de erradicación manual de cultivos ilícitos, pisó mal y cayó de lo más alto de un cerro.

Se salvó porque debajo había un río, pero casi se ahoga por el peso del equipo y porque en la caída se fracturó la rodilla derecha.

Lo salvaron sus compañeros y tuvo que pasar cuatro meses sanando en una clínica de Arauca. La tercera fue la derrota, pues es una de las 5 víctimas fatales que dejó el atentado del sábado antepasado en la estación San José, perpetrado por el Eln

Cuando le ocurrió el segundo incidente en Arauca, el patrulleroacababa de ser padre de una niña, y tenía mujer: Lizet Karina Marín, a quien conoció (primero por redes sociales, luego en persona) en el municipio de Tame (Arauca).

Mientras su rodilla sanaba Anderson decidió que iba a sentar cabeza y formaruna familia, por eso pidió la baja del Emcar y solicitó traslado para el Atlántico, de ser posible a Barranquilla para estar cerca de Baranoa, donde nació y donde habitan sus familiares.

‘NO ME VA PASAR NADA’

Lizet Karina recuerda que en diciembre de 2014, ya recuperado de la rodilla, Anderson salió de vacaciones y la invitó a Baranoa a conocer a todos sus allegados. Viajaron con su hija Salomé, que estaba de meses en ese entonces.

En el pueblo, rodeado de los familiares y amigos de su esposo, la mujer descubrió clínique en Baranoa su marido era conocido con el apodo del ‘Chino’, por su exagerado gusto por el arroz.

“Nunca se me olvidará que el 19 de enero de 2015 estábamos sentados bajo un árbol en la casa de la mamá de él, y al celular le llegó el mensaje del traslado a Barranquilla, se puso muy feliz, hasta bailó”, cuenta Lizet.

Lo asignaron al CAI Cisneros, en el norte de Barranquilla, pero antes tuvo dos semanas de entrenamiento para cambiarle el ‘chip’ del Emcar al del patrullaje urbano en la modalidad de cuadrantes.

“No me va pasar nada malo, tranquila, venimos de Arauca, de la guerra, y un bandido de Barranquilla no me va joder tan fácil, yo tengo malicia”, le respondió a su esposa cuando ella le preguntó por la inseguridad que se vive en la capital del Atlántico.

Y no mentía porque en sus tres años como policía de vigilancia acumuló 26 felicitaciones en su hoja de vida, y se destacó como uno de los mejores patrulleros de lazona donde trabajaba.

En el CAI Cisneros Anderson también se hizo ‘llave’ del patrullero Freddy de Jesús López Gutiérrez, un cienaguero de 27 años, que se convirtió en su mejor amigo, compañero de patrullaje, y quien también murió en la tragedia.

SUS ÚLTIMAS 24 HORAS

Dos días antes del atentado (jueves) An derson descansó y pasó todo el día en familia, en la casa de la mamá. Mandó a preparar un sancocho e invitó a sus abuelos, cuatro tías, primos, a la esposa, los pelaos, y a sus cuatro hermanos.

“A él le gustaba tenernos reunidos en la casa de mi mamá, todo lo que hacía lo hacía acá en la casa. Se ‘mareaba’ cuando uno le decía que no podía venir, entonces tocaba decirle: ‘Cógela suave, que te va a dar algo’, y le bajaban las revoluciones, recuerda René Cano, hermano de Anderson.

El viernes Anderson trabajó, y a las 2:00 de la tarde llegó en su moto a la estación San José, formó en el parque situado junto a la instalación policial, le dieron las consignas, le entregaron el armamento y se fue para el CAI Cisneros. A las 11:00 de la noche ya estaba de regreso en Baranoa, en el barrio el Muelle, en el apartamento pequeño que compartía con Lizet Karina, su hijo de 2 meses, y su hija de 4 años.

Esa noche la niña no estaba porque se había quedado a dormir en casa de la abuela. El sábado, día del atentado, se levantó a las 5:00 de la mañana y le confesó a su mujer que no tenía ganas de ir trabajar, pero venció ese primer impulso común en casi todos los humanos, y sin perder tiempo se bañó, se arregló y salió en la moto sin desayunar. “Nos vemos a la noche, amor”, fue la última frase que le dijo a su mujer.

Faltando un cuarto para las 6:00 de la mañana, cuando probablemente las bombas ya estaba instaladas, el patrullero llegó a la casa de su mamá en el barrio 20 de julio, dejó plata para que le compraran la leche a su hija mayor, y se dirigió a Barranquilla, a la estación San José; a encontrarse con la muerte.

“Él no tenía que formar en San José, sino en la estación El Prado, pero como allá están terminando unos trabajos de construcción, lo mandaron para acá, donde explotó la bomba, explica Lizet Karina.

La mujer presume que su esposo llegó a la estación entre 6:20 y 6:30 am, y se dirigió al pequeño parque a formar. Se ubicó al lado de su amigo del alma, Freddy De Jesús López Gutiérrez (ver foto).

LA TRAGEDIA

A las 6:40 estallaron simultáneamente las dos bombas plantadas por el comando terrorista urbano del Eln.

Freddy recibió de llenó el impacto de la onda expansiva y murió instantáneamente. A Anderson la bomba prácticamente le desmembró la pierna izquierda, le afectó gravemente la derecha, y la metralla de los explosivos le causó daños severos en el torso y la cabeza. Sus familiares afirman que estuvo consciente mientras lo llevaron a la Clínica Murillo, donde le prestaron los primero auxilios y lo remitieron a otro hospital.

Incluso, alcanzó a darle el número del celular de su abuelo a uno de los médicos, quien llamó a los familiares y les informó lo ocurrido. El patrullero Anderson René Cano Arteta luchó por su vida, pero a las 10:00 de la mañana perdió la batalla.

Murió en la Clínica Campbell de la calle 30, cuando le amputaban las piernas en la sala de cirugía.

EL PROPIO BACÁN

Si Anderson estuviera vivo estaría preparándose para celebrar con sus familiares el Carnaval, la fiesta que más le gustaba.

Este año tenía un valor agregado para él, la reina del Carnaval en Baranoa, Kenia Llanos Arteta, era su prima hermana, y había anunciado que por eso se los iba a rumbear con más ganas.

René Cano, hermano de Anderson, anota que el ‘Chino’, ya tenía listas las camisetas de Carnaval para toda la familia. Las había comprado con semanas de anticipación, al igual que la infaltable maicena, pues también le gustaba untarse de la fécula. “Era muy alegre, le gustaba la salsa, su disco favorito era El Trato, de Joe Arroyo; y a su hijo le cantaba para dormirlo Mi hijo y yo, del Grupo Niche. “También era seguidor acérrimo del Junior. Siempre que el equipo jugaba vestía a su hijos con camisetas del equipo, y cuando era local pedía que le asignaran servicio en el estadio para estar en el partido. Mi hermano era el típico costeño alegre, a donde llegaba caía bien, era un bacán. Cuando él se fue para la Policía yo me puse a llorar —¿para qué te vas a ir a esa vaina?— le pregunté, y me respondió: ‘Porque eso es lo que me gusta hermano’, fresco”, recuerda René.

Los familiares están convencidos de que la alegría del ‘Chino’ también era su manera para superar la infancia difícil que le tocó vivir. El papá los abandonó cuando él estaba recién nacido, su mamá quedó sola con cinco hijos, cuatro hombres y una mujer, y tuvo que sacrificarse trabajando en casas de familia para sacarlos adelante. “Muchos no daban un peso por nosotros, creían que íbamos a ser malandros, pero mis tías y mis abuelos apoyaron a mi mamá y entre todos nos criaron como personas de bien.Además de Anderson otro de nuestros hermanos es policía, y todos somos personas honestas”, resalta René.

Para esta familia baranoera no existe nada que pueda llenar el vacío que les dejó la trágica muerte de Anderson, pero afirman que les queda la satisfacción que durante sus 31 años de vida, fue una persona alegre que luchó al máximo por cumplir sus metas. Paz en su tumba.