¿Qué Pasa?

7 de Abril lucha por acabar su mala fama

Los habitantes quieren ver sus vías pavimentadas y que el Distrito les lleve soluciones para frenar la contaminación sonora, la inseguridad y las pandillas.

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Siete de Abril, un barrio popular de Barranquilla ubicado en la localidad Metropolitana y compuesto por 27.300 habitantes, busca acabar con el estigma de pobladores inmersos en problemas de drogadicción, microtráfico, pandillas y delincuencia, según manifiestan los mismos moradores.

Para lograr su cometido utilizan las costumbres y cultura que caracteriza al barranquillero promedio, quien se desahoga de las vicisitudes con la integración entre vecinos amenizada por la música africana, el género salsa y en un ambiente pacífico en el que no falta la comida típica de la región, tales como los pasteles, las hayacas o el sancocho de mondongo que prepara una de las vecinas en una olla de gran tamaño.

Así ocurre principalmente cada 7 de abril, día del cumpleaños de la capital del Atlántico, en el que los vecindarios de este sector se visten de gala con las banderas de la ciudad en las fachadas de las 3.489 casas pintadas con colores vivos, y así desde que fue fundado un 11 de septiembre de 1977.

Por tradición, las celebraciones son lideradas por la reina popular del Carnaval, quien representa al barrio en los diferentes eventos de las carnestolendas. Sin embargo, todo cambió este año: a seis días de los 205 años de Barranquilla, Lilia Orozco, la actual soberana de Siete de Abril, no pudo presidir el agasajo ni tampoco los habitantes de nueve casas vecinas que terminaron en cenizas por un incendio en la madrugada del 1° de abril.

“Fue en la madrugada, no me dio tiempo de sacar nada y todo lo que lucí en mi reinado quedó hecho cenizas, como mi corona, mi banda, mis vestidos, mis disfraces. Fue algo que dolió, pero el dolor se va y los recuerdos quedan”, dice la joven de 21 años.

Aunque Lilia y la comunidad de la calle 51B2 con carrera 3Sur no pudieron celebrar, sí se unieron para reconstruir los inmuebles con material y hacer más fácil ese proceso de superación del inconveniente, que afortunadamente no dejó pérdidas humanas.

“Durante un tiempo, Siete de Abril fue catalogado como zona roja, pero con la ayuda de la comunidad y de la Policía hemos logrado erradicar esa denominación”, asegura la reina, quien destaca que su gestión no consistió solamente en desfilar, sino en mostrarle a la ciudad la valentía de sus habitantes. Asimismo, trabajó para llevarle alumbrado público a esas zonas oscuras y que se prestaba para la inseguridad hasta lograr la iluminación. Además, compartió campañas de convivencia con los jóvenes del barrio.

Preocupaciones.Como si los 41 años de fundación no hubiesen pasado, ciertas calles del barrio que lleva nombre de fecha se asemejan a sus inicios: viviendas de tablas, vías cubiertas de arena, rocas, basura, escombros, sin sistema de alcantarillado y con irregularidades en la conexión eléctrica.

“Es importante que se llegue a la comunidad con soluciones y no con restricciones, porque hay muchas necesidades. Hay viviendas que no tienen con qué levantarse, por lo que estamos pidiendo mejoramiento de viviendas para que las familias vivan dignamente”, manifiesta Eduardo López, morador de la carrera 7Sur con calle 50D.

En esta zona, el Distrito comenzó a intervenir hace un mes la carrera 7Sur desde la calle 50D para pavimentarla. Pero los trabajos, según denuncia la comunidad, están paralizados desde hace una semana porque los contratistas “están solucionando un percance en el alcantarillado de la calle 51B”, el mismo que hace parte de las obras del tanque elevado.

Siendo así, los niños continuarán, por ahora, jugando entre el barro que queda por los días lluviosos, y los adultos esquivando piedras en su caminar, tal cual como lo hace Jorge Eliécer Márquez, un vecino de 73 años, quien padece de glaucoma, enfermedad visual que le hace más complejo su traslado a pie por las pedregosas calles de su cuadra.

Por eso, su caminar es más lento de lo normal, sus pasos son prudentes, pero con el temor de tropezar en cualquier momento con una roca, piso partido, o enredarse con la espesa arena. Entonces se apoya de un viejo palo de madera de un metro aproximadamente, al que le ha llamado su amigo fiel, el que le ‘alerta’ de un obstáculo en el camino a medida que su cuerpo va avanzando.

Cuenta que en la Alcaldía los funcionarios le mostraban un plano en el que supuestamente la calle estaba pavimentada, pero les decía:“esa calle solo se ve pavimentada aquí en sus oficinas, en ese cartón, pero vayan allá al terreno, allá estamos sufriendo con esa calle. Esta es una de las problemáticas que tenemos”, asegura el habitante desde hace 34 años de Siete de Abril.

No obstante, la drogadicción es la otra preocupación de los moradores de este barrio junto al paupérrimo estado de la malla vial de este barrio, según lo describen sus moradores, quienes señalan a los jóvenes como los principales perjudicados por este flagelo, al verse atraídos por los alucinógenos.

“Yo era uno de ellos, yo también consumía marihuana”, confiesa Fernando Núñez, de 18 años, mientras está recostado en la reja de una casa vecina y ante la atenta mirada de sus amigos.

Con su vista fija hacia su frente, el joven continúa relatando que durante dos años estuvo inmerso en el mundo de este producto, el cual adquiría prestando dinero a sus conocidos en caletas que aún distribuyen el artículo. Otras ya fueron desmontadas por la Policía. “Fue una tortura salirme de ahí, sin embargo desde hace seis meses me recuperé. Es difícil hacerlo, pero con la ayuda de Dios lo logré”,concluye el estudiante de Salud Ocupacional.

Núñez es esa figura que representa la actualidad de Siete de Abril, un barrio barranquillero que busca recuperarse, renovar sus viejas calles, construir espacios de bien y preservar la tradición.

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