¿Qué Pasa?

ESPECIAL | El cuento de terror entre la bella Gabriela Romero y la Bestia del Matadero

Un año después, los dos procesos judiciales que tiene la Fiscalía contra Lebith Rúa avanzan a ritmos diferentes.

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Un paquete con 20 coloridas pelotas y dos bolsas plásticas negras repletas de carros y muñecas, reposan sobre el piso de la sala, recién trapeado, en la vivienda de Luz Divina Cabarcas, ubicada en Costa Hermosa, Soledad. Al lugar, familiares y amigos no paran de llevar juguetes como donación y apoyo a la reconfortante causa de Luz Divina: regalar sonrisas a los niños del barrio El Ferry.

De esta manera, según ella, canaliza el dolor emocional que desde hace un año la invadió y al mismo tiempo le rinde un tributo a su hija Gabriela.

“Ella amaba tanto a los niños, siempre estaba rodeada de sus vecinitos y andaba cargando con pelaos ajenos, yo le decía: ‘Cuando tengas los tuyos no los vas a querer cargar’ (risas). El año pasado inicié con cinco niños, allegados de amigos míos, entonces me dije, el próximo año me organizo bien para llevarles a más niños que lo necesitan. Sé que a Gaby le hubiera gustado y me habría acompañado”.

María, José y los tres reyes magos se mezclan con un arbolito de ramas veteadas entre verde y blanco ubicado sobre una pequeña mesa de madera en la entrada de la casa para dar la bienvenida a los visitantes. Recibiendo la sombra del pino artificial, sobresalen dos fotografías de Gaby, como cariñosamente la llamaban sus seres queridos. En el discreto pesebre las figuras de animales fueron reemplazadas por un carné del Sena y un botón que lleva impreso el rostro de la bella joven con las frases: ‘Ni una más, ni una menos’.

Un año ha pasado desde que hallaron muerta a Gabriela Andrea Romero Cabarcas entre la maleza de un trocha en cercanías al municipio de Malambo. Poco quedaba de su piel color ébano. Animales carroñeros y el tiempo hicieron estragos en su cadáver. Las investigaciones judiciales revelaron que unos cien metros de distancia separaban el cráneo del tronco y con eso cesó una búsqueda incansable de 20 días.

Las autoridades señalan que su verdugo podría ser Lebith Aldemar Rúa Rodríguez, el expolicía mejor conocido como la “Bestia del Matadero” quien tiene, al menos, nueve procesos más en su contra por delitos sexuales contra mujeres en el Caribe colombiano.

Día amargo

El 15 de diciembre de 2017 fue un día nefasto para Luz Divina. Ese día estando en su casa, luego de practicarse una prueba de ADN en el Instituto de Medicina Legal para determinar si el cuerpo encontrado pertenecía o no a Gabriela, una fotografía desplomó las débiles esperanzas de que el 90% de seguridad que había sobre el hallazgo no fuera certero.

“Me llegó una foto de una mano. Estaba morada e hinchada y lo primero que yo vi fue una manilla con los colores rastafari. Cuando yo vi la foto, me dije: ‘Esa no es la mano de Gaby. Ella no tiene esa manilla’. Entonces comencé a buscar en mis fotos una donde se le viera la mano para verificar si ella tenía esa manilla”, relató la compungida madre.

Como no pudo reconocer el detalle de la pulsera, preguntó a otra persona muy cercana a su hija.

“En ese momento llegó el que era novio de Gaby y yo lo llamé para preguntarle si él conocía todas las pulseras que tenía Gaby y él me dijo que sí. Entonces yo le mostré la foto y él se puso a dar gritos. Ahí supe que sí, que esa era mi hija”.

Un año después de ese impactante momento y justamente un 15 de diciembre, Gian Franco Romero Cabarcas se graduó de bachiller. Un logro que, jocosamente, Gabriela no esperaba que consiguiera.

“Ella me decía que yo era muy bruto y que no me iba a graduar. Si hoy estuviera viva le restregaría mi diploma en la cara y le diría: viste que sí me gradué”, contó entre risas el joven de 16 años.

Los estragos

Han sido 365 días de duros recuerdos, cuestionamientos que producen insoportable dolor en la mente, depresiones y enfermedades, siguen agobiando a los Romero Cabarcas, tras la inesperada partida de Gabriela.

“Nosotros no somos los mismos, ninguno de mi entorno lo es. Un año después me hace más falta, la busco más, ahora me acuerdo de más cosas, ahora quiero más respuestas, ahora soporto menos conversaciones sobre ella. Ella era tan bonita, tan inteligente. Yo la pintaba en otro país, viajando, siendo feliz y él nos arrebató eso”, exclamó Luz Divina.

De los viajes y paseos que quería hacer Gaby hoy solo quedan semblanzas. Su mayor deseo era poder regalarle una casa grande a su mamá, pese a que era una adulta legalmente, “la flaca era muy inocente”.

Precisamente ese anhelo, de acuerdo con Luz Divina, se convirtió en el gancho perfecto que habría utilizado Rúa Rodríguez para convencerla de encontrarse con él aquel 24 de noviembre de 2017 a las 8:30 a.m. en un centro comercial al sur de la ciudad.

“Yo la vi que ella estaba chateando con alguien y le pregunté, pero no me dijo nada. Entonces le intenté coger el celular y se puso brava, entonces pensé: ‘Cuando se duerma, le cojo el celular’, pero yo me dormí primero”, recordó la mujer.

A la madre se le nota el sufrimiento por la cruenta muerte de su hija en la mirada decaída, en la ropa lúgubre que viste y la incapacidad de hablar de Gaby sin quebrantarse. Las lágrimas ruedan en cascada por las mejillas de Luz Divina mientras asegura que para ella, su niña “está de viaje”.

Gian Franco, hermano de la joven fallecida, con apenas 16 años sufre de alopecia y su mamá desarrolló depresión y ansiedad. “A veces lo descuido a él (Gian Franco) y me encierro en mí, en esas depresiones que cuando me dan, me llevan por delante. La persona que yo era hace un año ya no está. Ya no me cuido, tengo sobrepeso, me encierro en mí misma. Es como si ella se hubiera perdido ayer y yo todavía conservara la esperanza de encontrarla viva”, expresó la madre de Gaby.

La rabia y la culpa han acompañado a Luz Divina las últimas 52 semanas. La primera porque le recriminaba a la memoria de su hija el haberse ido a encontrar con Rúa y la segunda, por no haber podido ayudarla.

El proceso

“El tipo es criminal. Es un come hierro y tiene tanta fuerza que le dio un golpe para someterla y la desnucó”, este es el relato de una persona allegada al proceso que se le sigue a Lebith Rúa, actualmente privado de la libertad en la cárcel La Tramacúa de Valledupar (César), por la muerte de Gabriela Romero.

El informante aseguró que Rúa “está muy bien asesorado particularmente”. Sin embargo, acudió a la Defensoría del Pueblo alegando “no tener recursos” para costear un abogado de manera contractual.

Cuando un procesado acude a la ayuda de la Defensoría del Pueblo sabe que cuenta con dos ‘beneficios’. Uno es que el defensor tiene la obligación de asistirlo siempre para que cubra su vencimiento de términos y la segunda es que si el procesado considera que no fue bien defendido, puede demandar al Estado por una reparación directa por fallas en el servicio.

Desde comenzó el proceso en su contra, Rúa Rodríguez ha tenido tres defensores públicos.

El pasado 24 de mayo, Lebith renunció a la defensa del abogado Alberto Esguerra quien llevaba el proceso por los delitos de feminicidio agravado, acceso carnal violento, desaparición forzada agravada y hurto calificado agravado cometidos contra Gabriela Romero.

El jurista Víctor Ríos también abandonó el proceso que se le sigue a Lebith en Soledad, por la violación y secuestro de la víctima venezolana el pasado 29 de mayo, alegando amenazas de muerte en su contra, al parecer, por parte de su defendido.

Ahora, el abogado Milton Flórez Villareal, el tercer abogado de la Defensoría que lo asiste, tampoco seguirá con el procesado debido a que renunció a la entidad y su contrato culminará el próximo 31 de diciembre.

Los familiares de las víctimas piden a la Fiscalía coadyuvar para agilizar la consecución de otro defensor público y evitar que Rúa Rodríguez quede sin defensa y a futuro pueda pedir su libertad por vencimiento de términos o una nulidad.

Para el próximo 22 de febrero de 2019 está programado el inicio del juicio por el proceso de Gabriela Romero y el 28 de ese mismo mes se conocerá la condena en su contra por el caso de la joven venezolana.

Ella la 'encontró'

Gracias a su denuncia y su guía casi perfecta, la joven venezolana, quien pese a no ser del país y ni siquiera vivir en la zona, pudo describir con acertados detalles a su victimario y el lugar donde la vulneró, el mismo lugar donde alguna vez Gabriela peleó por su vida, pero no pudo ante la fuerza irracional de Lebith.

Las personas afectadas con las macabras actuaciones del hombre que juró servirle a la ciudadanía cuando se desempeñaba como policía, han hecho una alianza para que la verdad y la justicia salgan de la trocha donde la presunta dilatación del proceso las mantiene, el mismo sitio donde estuvo la venezolana y Gabriela, pero solo una logró salir y quien sabe cuántas mujeres más habrán padecido en las manos de Rúa R.

Por *Diana Navarro