¿Qué Pasa?

ESPECIAL | A viejitos que usaron para atraco les habrían ofrecido 10 mil pesos

Delitos de este tipo acaban con el espíritu de colaboración que caracteriza a los costeños.

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En la calle, esa “selva de cemento” de la que cantaba Héctor Lavoe, prima la ley del más fuerte, y no se puede dar papaya porque se cumple aquello de que el vivo vive del bobo.

Esa realidad quedó demostrada el pasado lunes 7 de enero cuando una banda trató de asaltar la fábrica de pan Galipán, calle 45D No. 19 – 62, barrio San José, en Barranquilla.

La banda, según testigos, estaba conformada por cuatro hombres y una mujer.

El atraco estaba bien planeado ya que para despistar a los empleados los delincuentes usaron a dos adultos mayores, y eligieron un momento crucial, las 11:30 de la mañana, cuando los empleados estaban terminando de cargar pedidos en camiones.

La cámara de seguridad muestra como dos ancianos, un señor y una señora de aspecto muy humilde, se acercan a los trabajadores como tratando de pedirles que les regalen unos panes para comer.

Hoy los investigadores de la Policía Judicial han establecido que los “viejitos” fueron usados como instrumentos por los delincuentes para cometer el ilícito, pero no hacían parte de la banda.

Una fuente judicial consultada por AL DÍA informó que a los ancianos les habrían ofrecido $10 mil para que llegaran a pedir pan a la fábrica. En su inocencia senil terminaron metidos en un asalto, golpeados y hasta amenazados de muerte por los delincuentes.

En la grabación se ve como detrás de los abuelos llega un hombre, y de la pretina del jean saca un revólver y empieza a ‘guiar’ a los trabajadores hacia dentro de la empresa, para encerrarlos.

Los viejitos tratan de irse, pero aparece una mujer joven, de buen cuerpo, luciendo un vestido gris ceñido, y los empuja al interior de la fábrica. En el proceso les da un par de golpes cuando la abuelos tratan de resistirse.

En cuestión de segundos llegan otros tres delincuentes, para hacer un total de cinco. La mujer y dos hombres se quedan haciendo de moscas en la entrada de la panadería, mientras que dos bandidos ingresan en busca del gerente y a punta de revólver lo obligan a entregarles el dinero y los DVR (sistema de grabación) de las cámaras de seguridad.

En cinco minutos la banda logró hacerse con $12 millones y los equipos audiovisuales avaluados en $2.5 millones.

Pero lo bandidos no contaban con que varios empleados que estaban dentro de la fábrica se dieron cuenta del asalto y corrieron hacía la parte posterior, donde se ocultaron y llamaron a la Policía del cuadrante.

La Policía estuvo en la jugada

El investigador consultado resaltó que en este caso se logró capturar a tres miembros de la banda y recuperar lo robado en gran parte, porque existe una excelente relación entre los empleados de la fábrica asaltada y las autoridades.

“En esta zona se ha realizando un trabajo similar al frente de seguridad. La mayoría de los vecinos tienen el número de la patrulla del cuadrante y llaman inmediatamente cuando ven algo sospechoso, es algo que debería replicarse en muchos otros barrios”, manifestó el investigador.

También hay que resaltar la rápida reacción de las autoridades, ya que en dos minutos llegó al lugar una motorizada y al minuto los refuerzos que incluyeron al helicóptero Halcón, en busca de los bandidos.
El operativo desplegado condujo a la captura de tres miembros de la banda, a quienes un juez les dio medida de aseguramiento.

Son Jeikler Aguirre Sarmiento, 44 años, ocupación comerciante, residente en el barrio Alfonso López; y Juan Alberto Castro Torres, 56 años, residente en Santo Domingo de Guzmán. A los dos los enviaron a prisión porque tenían antecedentes graves por delitos como homicidio y hurto.

Mientras que a Efraín de Jesús Santamaría, 32 años, mecánico, residenciado en la Ciudadela Metropolitana, en Soledad, fue cobijado con detención domiciliaria porque no tenía anotaciones judiciales.
Durante las audiencias que les realizaron se conocieron detalles de las capturas.

A Juan Alberto Castro Torres lo apresaron en la calle 45D con carrera 19, prácticamente en la esquina de Galipán. Los policías lo vieron en actitud sospechosa y muy nervioso, le pidieron un requisa y al levantarle la camisa le encontraron dos revólveres calibre 38 y $12 millones envueltos en una bolsa blanca.

Efraín de Jesús Santamaría, quien tiene el cabello tinturado de rubio, cayó en la calle 45 con carrera 20, llevaba una bolsa negra con los DVR de las cámaras de vigilancia de Galipán. En la misma dirección apresaron a Jeikler Aguirre Sarmiento.

Los tres fueron reconocidos por las víctimas como miembros de la banda que cometió el asalto.

En el caos que se formó cuando llegó la Policía lograron escapar la mujer y otro hombre, quienes estaban de ‘moscas’, es decir atentos al momento en que arribara la Policía, relataron los testigos.

Sobre los viejitos se conoció que también se escabulleron cuando la Policía ingresó a la fábrica. La verdad es que nadie hizo nada por detenerlos, tal vez porque los golpes que les dieron y las amenazas a las que fueron sometidos por los miembros de la banda fueron suficientes para dejar claro que los habían usado como ‘caballo de Troya’ para entrar a la fábrica.

¿Nos estamos deshumanizando?

Casos como este, en los cuales los delincuentes se aprovechan de la generosidad y la amabilidad que caracteriza a los habitantes de la región Caribe para delinquir, crea un impacto negativo en la ciudadanía que poco a poco va volviéndose más desconfiada y celosa a ayudar al prójimo.

La antropóloga Lina Montoya señala que esta dinámica deshumanizante se ha venido presentando desde hace décadas, y se ha acrecentado con la llegada de nuevas formas de delincuencia que se vale de la buena fe de los ciudadanos y su confianza para abusar y convertirlos en víctimas.

“Hace 20 años, por ejemplo, la gente era mucho más abierta a regalar un vaso con agua a una persona que llegaba a una casa y lo pedía a través de la reja, hoy es algo casi imposible en muchos sectores de Barranquilla, por ejemplo en los barrios de estrato alto, donde se vive con una preocupación constante por la seguridad”, afirma Montoya.

Tal vez el epítome de la deshumanización a la que se refiere la antropóloga consultada, es el asesinato de Catherine Susan Genovese, conocida como Kitty Genovese, apuñalada hasta la muerte en el portal de su edificio en Kew Gardens, en el condado de Queens, Nueva York, Estados Unidos, la noche del 13 de marzo de 1964.

Kitty Genovese fue asesinada y violada prácticamente a la entrada de su casa sin que sus vecinos la ayudaran, a pesar de que 38 personas reconocieron haber escuchado sus gritos de auxilio y que el ataque, que tuvo varios episodios, duro más de media hora.

Su asesinato se convirtió en un fenómeno que la sicología social bautizo como el ‘Síndrome Kitty Genovese’, que advierte del riesgo de alienación colectiva del ser humano frente al mal cuando nos dejamos llevar por la apatía.

Para Montoya es necesario buscar un equilibrio entre la astucia que requiere vivir en la ‘selva de cemento’, y nuestra obligación como seres humanos para ayudar a nuestros congéneres en momentos de necesidad; y para eso es clave que las autoridades sigan trabajando como lo hicieron en el caso de Galipán, ya que la rápida reacción y captura de los delincuentes genera una sensación de seguridad en la comunidad y disuade a los bandidos a emplear estrategias similares en otros golpes.

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