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El inusual entierro con porros, ron y baile en Córdoba

Los hijos de Amado Arteaga Martínez decidieron cumplir su último deseo.

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Como en las mejores fiestas de la sabana cordobesa los porros más representativos de esta región, interpretados en vivo por una banda de viento, sonaron en el cementerio del corregimiento de Mata de Caña, jurisdicción de Lorica, la tarde del miércoles anterior.

Era la particular ‘fiesta’ de don Amado Arteaga Martínez, en su despedida a la vida eterna. Así lo había pedido en repetidas ocasiones: “Hija, cuando muera quiero que me entierres con banda, que suenen los porros mientras me llevan al cementerio y si puedes bailar lo haces. Yo sé que te atreves a vaciarme una botella de ron en la boca y me metes un paquete de cigarrillos en el bolsillo”, narró Adis, una de sus hijas, aún dolida por la despedida del padre que fue amigo incondicional.

Tal como lo pidió don Amado, así lo enterraron sus hijos. Mientras el féretro era llevado en hombros hasta la tumba sonaron las piezas musicales La Lorenza, Palo de Corralejas y otras que identifican la particular tierra del Sinú. Aida además tuvo el valor de darle el trago de una botella de ron y efectivamente Amado se llevó su paquete de cigarros.

“Lo hice con tristeza y con alegría, porque así lo pidió mi padre, en medio de mi dolor le decía: papi te cumplí lo que me pediste. Cuando yo estaba en mi casa siempre colocaba música, de pronto él se aparecía y si sonaba un porro se colocaba a bailar y llorando me pedía que lo enterráramos con banda, por jugarme con él yo le respondía que me dejara la plata para eso, porque nos jugábamos mucho con el viejo Amado”, narró Adis, quien es enfermera de profesión.

Don Amado murió el lunes anterior, hospitalizado en la Clínica Sabana Sahagún, de ese mismo municipio, por consecuencia de un infarto. Días antes había repellado la sala de su casa y jocosamente dijo que así luciría más su ataúd, como si estuviera presintiendo la muerte. Era padre de siete hijos y abuelo de 22 nietos.

El muerto que se fue con porros al cielo es recordado por sus hijos, nietos y vecinos en el barrio El Cañito de Cereté, como una persona alegre, jocosa, sonriente, y que le encontraba un refrán a cada episodio del día a día.

“´Donde se corta el dedo se amarra el trapo’, ‘la casa debe estar con el puntal metido’ (refiriéndose que no debe faltar al comida), ‘Lo que estoy es aquí, porque para mañana es tarde’”, son algunos de los dichos de su padre, recordados por Alexander, otro de sus hijos, de 30 años de edad.

Este domingo cumpliría 75 años, de los cuales más de 40 los dedicó a conducir en varias empresas de transporte público intermunicipal. Sus colegas reconocen que Amado fue uno de los precursores de la ruta Montería – Lorica, en bus. Por eso, además de los músicos que tocaban alrededor del féretro las cornetas de los pesados vehículos de la empresa Sotracor también acompañaron su despedida.

“Mi padre empezó a viajar para Lorica en un jeep, ese fue el primer modo de transporte en esa ruta, siempre fue un hombre trabajador, los hijos fueron sus pilares. Le gustaba la parranda vallenata, el porro y también la política, fue un liberal incondicional, fue radical y además de que era jocoso fue de carácter fuerte”, sostiene su hija Adis, quien además era la vecina a la que despertaba cada mañana con un silbido característico y con el grito “llovió y amaneció del mismo lado”.

Amado tuvo dos matrimonios, el primero con Datis Páez Fajardo, quien falleció hace pocos años y el segundo con Rosario Villadiego, con quien vivió hasta sus últimos días en Cereté y en cuya vivienda es recordado por su capacidad de artesano, humorista, bailador de todos los géneros y conservador de las costumbres pueblerinas.

Por: Eduardo García

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