¿Qué Pasa?

Barranquilla, la puerta que conduce a los recuerdos

Hoy la capital atlanticense celebra 206 años de historia.

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De la salsa tártara del puesto de la esquina hasta el jugo de corozo de la mamá. Barranquilla sabe a pan fresco de tienda, a bollo de mazorca con queso sala’o y a cerveza en bordillo. La Puerta de Oro es también el portón del color, de la sabrosura, de una historia que se ha construido sobre arroz de lisa, al son de garabato y champeta.

La Arenosa es perderse en un tumulto en la Guacherna y también bañarse con manguera en el patio de la casa. Correr descalzo por las calles de Las Nieves y Rebolo, saludar a todo el mundo de ‘papi’ y hacerse llave del taxista.

De aquellas épocas, hace 50 años, en que escuchar vallenato era sacrilegio, del Hotel Alhambra, el Estadio Municipal, las hortalizas chinas y los criaderos de pollos de la carrera 38. Pagar una sopa de ostras en La Cueva con billetes de 1 peso, alojarse en el Hotel El Prado o ir a bañarse a su lujosa piscina. Los almacenes Docarto, Marilú, Modas Maura, Foto Leo, y el Café Roma en el Centro, epicentro de historias alegres, de recuerdos de años dorados.

Barranquilla es de los que cantaron los goles de William Knight, Carlos ‘el Pibe’ Valderrama, Valenciano y Carlos Bacca. De las vueltas olímpicas en el Romelio Martínez, de las bengalas rojas del Metropolitano. Del coleto, del pupi, de los amargados y los parranderos. Del raspao’ con leche condensada y del mango verde con sal, limón y pimienta. Del sencillo a la plancha, del chuzo desgranado, de la carimañola, el patacón con queso y de los miles de puestos de fritos. Barranquilla es un trancón en un bus de Puerto, y de haber visto despegar a los aviones en el aeropuerto.

Barranquilla es también esa herencia turca, libanesa y árabe. Su historia es una mesa de manteles blancos llena de quibbes con tahine y hojitas de parra con limón. Es realismo mágico, desarrollo y cultura. Puerto de esperanzas, de inmigrantes y cuna del desarrollo de una nación entera.

Es por eso que el barranquillero la ama, quizás en las mismas proporciones que a la mamá. Porque Barranquilla es sagrada, un amor jurado sin cualquier tipo de cuestionamientos. Heredado, como la camisa titánica de Junior campeón en el 93, e imposible de mentar, aún con sus problemas y chicharrones.

Este pedazo de tierra, perdido entre las corrientes del río y las olas del mar, es el amor idílico del picotero o del ‘pelao’ que no conoce más allá de la 72; de las abuelas y las blogueras; del vendedor de peto y de los que subieron las escaleras eléctricas del Sear’s. Ciudad de puertas abiertas, de recuerdos coloridos y sueños de Garabato, Torito y Congo.

Su gente la vive y la recuerda, no con la nostalgia lo que ya se fue sino con la alegría de ver una ciudad que se transforma, que se mantiene joven. Desde la generación del Frozomalt en el Centro hasta la del chuzo desgranado en cualquier puesto de comidas rápidas, el barranquillero adora a su ciudad y qué mejor fecha para conmemorarla que hoy en su cumpleaños: el día para sentirse aún más orgulloso de ella.

¡Felices 206 años a La Arenosa, la tierra que vive orgullosa de Junior, de su Carnaval y de su progreso!

Incendios de San Nicolás

El historiador y banquero Rodolfo Zambrano recuerda como tuvo que salir rápidamente del colegio La Presentación por los incendios del 9 de abril de 1948 en la iglesia de San Nicolás. Los disturbios que generaron el suceso fueron motivados por la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, caudillo colombiano. “Camiones con hombres descamisados armados con machetes pasaban a mi lado”, contó Zambrano, que apenas era un niño para esa época. “A la mañana siguiente fui con mi papá a la zona a ver los restos del diario La Prensa, que sufrió gravemente el incendio. Fue algo histórico, ¿cómo no lo voy a recordar?”.

El ojo de la bisabuela

Una de las anécdotas que más impactó a Fadir Delgado, escritora barranquillera, ocurrió durante el velorio de su bisabuela. Ella tenía 7 años y en esa época era costumbre realizar estas ceremonias en la casa, pues las funerarias eran vistas como un lugar “muy frío para ir a llorar a los muertos”. Una de sus primas, frente al féretro, aseguró haber visto a la fallecida abrir un ojo. “Está viva”, gritó emocionada. Revolucionada, la familia entera retiró a los niños de la habitación solo para comprobar, minutos más tarde, que efectivamente la señora estaba muerta. “Fue una gran decepción”, contó la escritora, quien manifestó que este tipo de historias coloridas la ayudaron a formarse más tarde en su profesión.

El picó de otro mundo

Raimundo Barrios recuerda una época en que los picó eran de tubo y funcionaban con válvulas, auténticas bestias imponentes del sonido callejero y los reyes de la fiesta popular. El Timbalero, El Solista, El Coreano, El Gran Pijuán, El Concord, entre otros, eran monumentos a la música, a la gozadera del barrio; Todas a la sabrosura y al picante de la rumba caribeña. El Gran Ray, su picó, fue el primero en sonar sobre una carroza en la Batalla de Flores, lo que lo hizo meritorio de un Congo de Oro en forma de bandeja. “Por primera vez supimos lo que era vivir una Batalla de Flores desde lo más alto de una carroza”, reconoció Barrios, director de Madrigal Stereo, una de las emisoras más populares.

El arte del espantajopismo

Carlos Ramón Sojo, uno de los hombres más carnavaleros de Barranquilla, manifestó que, “en toda su vida lo que más le ha impactado del barranquillero y de la ciudad es el ‘espantajopismo’”. Sojo, quien se describe como un hombre plenamente caribeño y juniorista, reconoce que ese fenómeno de estar en todos los eventos, de “comprar ropa en el centro y meterla en bolsas de locales de centro comercial”, es lo más llamativo que ha visto en La Arenosa. También resaltó la espontaneidad, la generosidad de la gente en toda circunstancia y, sobretodo, la autenticidad del barranquillero, “que lo hace único e inigualable en todo el mundo”.

Así será el festejo

El cumpleaños 206 de La Arenosa será festejado con varias actividades culturales. El evento principal se cumplirá a las 4:00 p.m. en el Gran Malecón del Río, que se vestirá de rojo, amarillo y verde. Una bandera humana, conformada por 500 orgullosos ciudadanos, marcará el inicio de la celebración de los 206 años de haber sido erigida en villa.

Esta actividad estará acompañada de un concierto sinfónico que se mezclará con el encanto del río Magdalena, la arteria fluvial que ha sido testigo del progreso y transformación de Barranquilla. El solemne acto contará con la participación de la Banda Distrital de Casas de Cultura, que interpretará el himno de Barranquilla y seguidamente el ‘cumpleaños feliz’, para dar paso a otros cuatro temas musicales en homenaje a la ciudad.

Al evento se han unido las Fuerzas Militares con diversas actividades alrededor del escenario, con revista aérea, banda militar y maniobras marinas, como parte del espectáculo.

Por: Salomón Asmar