¿Qué Pasa?

La champeta comienza a ser escuchada por las autoridades

Artistas y gestores culturales buscan que se convierta en patrimonio inmaterial.

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“Para las comunidades afrodescendientes, negras palenqueras y raizales, hablar de la champeta es hablar de nuestro diario vivir” dijo emocionada Kairen Gutiérrez, directora del Plan de Emergencia Social Pedro Romero al inicio de su intervención en la charla “Cartagena: cultura popular y resistencia”, que se cumplió en el marco de las celebraciones por el Día de la Champeta de este 13 de agosto.

En la charla transmitida a través del Facebook Live de la Alcaldía de Cartagena, ciudad donde surgió este género musical, también estuvieron presentes Viviano Torres, cantante y presidente de Asomusichampeta, Rafael Escallón, postulante de la champeta como Patrimonio y Paola Pianeta, jefe de prensa de la Alcaldía.

La satisfacción de los invitados era evidente: nunca, resaltaron, una administración local había “escuchado” a los voceros de este ritmo musical e incluido en una agenda completa que incluía un lanzamiento en línea del Plan de Salvaguardia a las 4:00 p.m, así como otras charlas acerca del género a las 2:00 p.m del mismo día.

Viviano Torres, conocido como Ane Swing, uno de los artistas responsables en gestar esta revolución musical del Caribe colombiano, a la que nombró como a los cuchillos pequeños que usaban los carniceros del mercado de Bazurto, explicó que un 13 de agosto de comienzos de los 80’s fue cuando celebraron por primera vez en una tarima de un evento privado la música que se convertiría en un emblema de baile y resistencia social.

Los investigadores recordaron cómo la champeta pasó de estar en las fiestas privadas y llegó a los picós, donde se expandió especialmente entre las comunidades marginadas, que se la apropiaron como herramienta de resistencia ante la pobreza, la corrupción y la amenaza de desaparecer.

Un vacile que crece

Y es que en los 90’s, un adjetivo que hoy es connotación de ‘vacile’, felicidad y buen movimiento, se utilizaba como insulto: ‘champetúo’. Por entonces incluso las emisoras rechazaron el nombre y empezaron a llamarla también terapia, como forma de sortear la estigmatización. Eso ha encarnado desde entonces: sanación, exaltación, reivindicación de un pueblo oprimido y vulnerado; un instrumento que ha permitido que a través del baile, la práctica y el talento sonoro se creen escuelas de oportunidades para llegar a donde el Estado sólo había llegado para intentar prohibirla, como cuando el alcalde Carlos Díaz restringió su difusión en 2001.

Los cantantes de champeta, dijo Viviano Torres, “se volvieron aportantes de cosas propositivas para la sociedad, por eso considero que nuestra sociedad tiene una deuda histórica con nosotros. Desde nuestra comunidad hemos hecho grandes aportes y necesitamos sacar adelante y visibilizar proyectos de vida de jóvenes talentosos que merecen y necesitan ser escuchados en su vida artística”, agregó.

“La champeta es uno de los patrimonios inmateriales que tenemos. Cartagena aún está en mora de darle el estatus y el valor que merece; la champeta ha salvado vidas”, dijo por su parte Kairen Gutiérrez.

“Es una herramienta para luchar contra la pobreza, una estrategia de reivindicación que cambió el orden de las cosas. La esclavización de la colonia no la hemos superado del todo y a veces existe nostalgia por la colonia española, que comenzó a romperse con Benkhos Biojó” dijo Rafael Escallón, que resaltó en la champeta la condensación y dinamización de múltiples luchas.

En la charla sonaron nombres de leyendas que se fueron y cuya memoria musical persiste: El Sayayín, El Afinaíto, El Jhonky, del cual sonó el clásico Te volaste la cerca.

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