¿Qué Pasa?

Las "frías", la columna de Catalina Ruiz- Navarro

No todo el mundo que está tomando una cerveza es un alcohólico.

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El nuevo Código de Policía prohíbe “consumir bebidas alcohólicas en lugares abiertos al público en el perímetro circundante” y “consumir bebidas alcohólicas, sustancias sicoactivas o prohibidas en estadios, coliseos, centros deportivos, parques, centros de salud y en general, en el espacio público excepto en las actividades autorizadas por la autoridad competente”. A primera vista parecen prohibiciones razonables que buscan controlar el consumo problemático de alcohol y garantizar la paz en las calles. Sin embargo, como sucede con muchas partes del Código de Policía, estas medidas, aparentemente razonables, pueden terminar siendo absurdas o autoritarias.

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La entrada en vigencia del nuevo Código de Policía ya logró que los tenderos de Barranquilla empezaran a ganar menos, porque parece que ya no pueden vender cerveza. Mejor dicho, sí la pueden vender, pero la gente ya no se la puede tomar en la tienda, ni en el bordillo, ni caminando hacia su casa para refrescarse en una tarde caliente. Ahora tendremos que tomar la cerveza encerrados en la casa. Y eso, en una ciudad como Barranquilla y muchas ciudades del Caribe, será un verdadero problema.

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Aclaremos primero que no todo el que se está tomando una cerveza es un borracho o un alcohólico, ni todo el que camina con una "fría" por la calle está haciendo disturbios o dando problemas. En la Costa la gente se toma una cerveza en una tienda para hidratarse y refrescarse. A veces varios y varias llegan a la tienda de la esquina con el mismo propósito, y se termina armando una de esas fiestas espontáneas que han hecho tan famosas las equinas de Barranquilla, que durante todo el año (no solo cuando hay “actividades autorizadas por la autoridad competente”) son las esquinas del movimiento.

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Estas fiestas de esquina suceden en parte porque hace calor. El calor nos saca de la casa, y en esa salida conocemos a los vecinos, a la gente de la cuadra, echamos chisme –quizás con una cerveza–, mejor dicho, construimos una comunidad. El sol inclemente de nuestras tierras hace que bebidas como la cerveza no sean solo “una bebida alcohólica para emborracharse”, aquí son también una pieza clave –y casi nunca peligrosa o problemática– en nuestra interacción social. Porque esas reuniones de esquina o de terraza, con cerveza, terminan en organizaciones (políticas o hasta musicales como La Troja), sindicatos (como el presentado por Antonio Polo), y hasta en la llegada del modernismo a Colombia, como sucedió con el Grupo de Barranquilla.

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Pero ahora en Barranquilla los tenderos ya empezaron a devolver las cajas de cerveza y pierden ellos en sus negocios y nosotros en nuestras capacidades sociales y culturales, víctimas de un Código de Policía que cree que la clave para la buena convivencia es la prohibición. Un código inventado en otra ciudad, con lógicas cachacas que no imaginan un consumo de alcohol en el espacio público que no sea problemático, y que dejan a la discreción o prejuicio de cada policía la aplicación de la norma frente a los ciudadanos. “Tu sombra en verano ardiente soy”, cantaba el Joe, en una declaración de amor cuya potencia solo entendemos quienes habitamos el mundo a 30 grados centígrados. Por eso no es gratuito que en la Costa Caribe a las cervezas las llamemos "frías": esa es también una declaración de amor. Pero el nuevo Código de Policía claramente no está pensado para el calor.