¿Qué Pasa?

VIDEO | ¡Cónchale vale, qué rebusque musical tan bueno!

Con su notas, un baladista, un salsero y dos papayeras venezolanos le hacen el quite a la tristeza y se ganan algunos pesos. Estas son sus historias.

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Un hombre se pasea con una guacharaca en medio de una fila de carros. Después de su breve interpretación extiende su gorra para que depositen en ella algunas monedas. El semáforo pasa de rojo a verde. Aplausos, curiosidad e indiferencia son la reacciones de conductores y transeúntes. A decir verdad, más indiferencia que aplausos.

“Vivir de la música no es fácil y menos si eres venezolano”, dice Wilmer Montero después de afinar su trombón. Detrás suyo, otros músicos de su terruño esperan con redoblantes, bombo, trompetas y güira, entre otros instrumentos, a que el semáforo cambie de luz, cerca de un centro comercial del norte de la ciudad.

Así como ellos, son muchos los artistas del vecino país que huyeron de la crisis para, entre notas, probar suerte en Barranquilla.

No importa si cae agua del cielo o el sol se muestre inclemente, estos artistas pueden convertirse en mariachis, reguetoneros, champeteros, salseros, baladistas o interpretes de clásicos del Caribe, que también es su Caribe. No tienen un género inamovible, lo importante es tocar y hacerlo bien. El sustento llegará por añadidura. “Sonreímos y llevamos alegría para alejarnos de la realidad que nos dejó sin patria”, dice Montero con su trombón al hombro.

Baladas y superación personal

Mario Alberto Henríquez es un cantante colombo venezolano que ameniza con su voz cumpleaños, reuniones y eventos especiales.

Su música es una mezcla de pop, rock y baladas que cada noche conquista a los clientes que cenan o toman una copa de vino en el restaurante donde trabaja, en el norte de la ciudad.

Este artista, que debió empezar desde cero en Colombia por la crisis que atraviesa Venezuela, dice haber encontrado una solución al miedo y la incertidumbre a través de los mensajes de superación personal.

“Me interesa llevarles a las personas mensajes positivos, que enseñen, edifiquen y construyan”.

Mario Alberto, como se llama artísticamente, maneja en la actualidad grupos musicales de diversos géneros para una variedad de eventos.

“Tengo una amplia demanda de toques y no puedo cubrirlos todos, por ello, involucro a grupos y jóvenes que quieran crecer musicalmente, pero de la mano de mi filosofía de vida, basándonos en el respeto por el otro”, explicó.

Mario Alberto busca llegar a un mayor número de personas con música sobre crecimiento personal y superación, punto indispensable para aquellos que como él debieron volver a empezar.

Un Show Latino en los semáforos

En la esquina de la 82 con 52, un grupo de hombres vestidos con camisetas azules cantan ‘La butifarra’, ‘20 de enero’ y ‘Lamento náufrago’, entre otros clásicos de la música del Caribe. Entre porros, guarachas, merecumbé, charanga y cumbias pasa los días Show Latino, un sexteto venezolano que encontró en Curramba una tierra muy similar a su país natal.

“Barranquilla se parece a Venezuela. El clima, la espontaneidad de la gente, la alegría”, dijo con un dejo de nostalgia Wilmer Montero, quien toca el trombón en la banda.

Cuando el semáforo cambia a amarillo los músicos reciben la señal de Wilmer. Uno al lado del otro hace sonar sus instrumentos en la cebra hasta el nuevo cambio de luces. No recogieron monedas en ese envión pero sí entregaron todas sus tarjetas con información del grupo.

“Ojalá nos salga algún trabajo este fin de semana”, dijo con un tono de voz bajo. Dice que la hora cuesta 200 mil pesos, pero se escuchan propuestas.

“Aquí nos ha ido bien. Es un trabajo duro pero la gente nos ha dado la mano”.

Sandro Figuera no conoce de impedimentos

Sandro Figuera es cantante de salsa. Llegó a Barranquilla hace menos de un mes desde Maracay buscando conseguir empleo en algún estadero.

La mirada profunda y fuerte de este hombre de 35 años delata que ha afrontado muchas adversidades en su vida. Le falta una pierna. Hace años sufrió un accidente en Venezuela que le dejó una discapacidad. Sin embargo, Sandro dice no sentirse incompleto, puesto que su voz es su mayor talento.

Ismael Miranda y su paisano Óscar de León son su mayor inspiración artística, pero desde que llegó a “la tierra del Joeson” ha empezado a incluir en su repertorio clásicos de Álvaro José Arroyo, porque está en el “patio del Joe” y sus canciones son las más pedidas.

Sandro tiene cuatro niñas en Venezuela, su esposa está en Cali. “Espero reunirme pronto con ellas. Por ahora seguiré buscando empleo. Si se acaba la dictadura me regreso a mi país”, dijo antes de interpretar ‘Trampolín’ del Gran Combo.

Papayera para todos los gustos

Reguetón, champeta, merengue, tropical, charanga, cumbia, vallenato... y pregunte por lo que no vea. La Papayera Venezolana, una agrupación de alegres músicos se ubica a los alrededores del Centro Comercial Buenavista para darle una muestra de talento a los que transiten por esa zona de la ciudad.

“Buscamos dar a conocer nuestro trabajo para ampliar la agenda de clientes”, aseguró el trombonísta Rowel Vera, uno de los líderes del grupo, que además está conformado por Daniel Pérez en la trompeta, Wilmer Chacón en el bombo, Eduardo Hernández en el alegre y Ender Arbelaéz en el redoblante.

“Es duro salir del país, pero aquí tratamos de estar alegres, optimistas y tener siempre la mejor actitud. Gracias a esto ahora logramos conseguir muchos toques y con ese dinero podemos ayudar a nuestras familias en Venezuela”.

Por media hora de su espectáculo cobran 160 mil pesos, 45 minutos 180, y una hora 200. Todos los toques incluyen diversidad de ritmos y un personaje de animación de eventos.

Los músicos, que bromean y se divierten en la esquina del Hotel Dann Carlton, visten camisas floreadas. Para ellos, su indumentaria es el factor diferencial pues tienen trajes para toda ocasión.

También ansían que Maduro deje el poder para tocar con más ganas, esta vez en Venezuela.

Con información de: Keryl Brodmeier.

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