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A Omar las balas no lo mataron, lo hicieron más fuerte

Expolicía es técnico de escuela de fútbol, tras quedar discapacitado en un operativo.

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Existe una frase muy común utili­zada como referencia en historias de vida, en dramas humanos im­pactantes, incluso, en historias de superhéroes famosos como Ba­tman o Superman. “Lo que no te ma­ta, te hace más fuerte”, escrita por el pensador alemán Friedrich Nietzsche. La reflexión ha sido inspiradora en mu­chas batallas personales.

La historia de Omar Enrique Polo Blanco parece similar a la de estos per­sonajes ficticios, admirados por mu­chos debido a su denodado esfuerzo por proteger la humanidad.

El caso de este hombre de 48 años no tiene que ver con volar, ser invisible o adquirir superpoderes. Omar, a pesar de sufrir un terrible accidente hace 14 años en Cartagena, luchó con todo su corazón para no dejarse vencer mental y físicamente, y hoy lidera un grupo de aproximadamente 80 jóvenes que tra­bajan por un sueño a través del fútbol.

El 12 de marzo de 2005 marcó un antes y un después en la vida de es­ te barranquillero pensionado de la Poli­cía Nacional, amante del vallenato y la champeta. Ese día realizaba una ronda liderando un grupo como comandante del Escuadrón de Reacción Bancaria en la Heroica.

Alrededor de las 5:00 p. m. llegaron a la sede del Bancolombia en el barrio El Bosque, y se toparon con un asalto en pleno desarrollo. Ocho delincuentes in­gresaron a las instalaciones de la entidad bancaria, se apoderaron de una fuerte su­ma de dinero, pero al salir se toparon con el grupo de Omar, que estaba junto a siete de sus compañeros.

En el intercambio de disparos murie­ron cuatro delincuentes, dos de ellos da­dos de baja por Omar. Lastimosamente, este último fue víctima de cinco balazos, uno de ellos en el cuello, que le afectó la columna vertebral. “Yo estuve al frente siempre, pero me quedé sin munición, tenía un revólver calibre 38. Sentí que la bala me entró por el cuello y enseguida el dolor en la espalda. Estuve dos horas esperando que llegaran a auxiliarme, ahí fallaron muchas cosas, supuestamente el fuerte aguacero que cayó ese día dificultó la llegada de las ambulancias”.

“Luego que me atendieron en Carta­gena, me enviaron al Hospital Militar de Bogotá, y allá me dijeron que no iba po­der volver a caminar. Estuve tres meses en terapia física, pero lo más difícil fue afrontar el shock emocional de perder la movilidad de mis piernas, era un cambio muy duro, para mí y para mi familia”, ex­plica Omar, que para esa época tenía 35 años, 17 de estos con la Policía.

“No recibí apoyo de mi grupo en el inter­cambio de disparos. Tanto fue así, que uno de ellos está en la cárcel acusado de omi­sión de funciones y algunos de ellos fueron destituidos por no cumplir con su labor en­frentando a los bandidos. Dos de esos com­pañeros pidieron la baja, para no afrontar el problema, yo fui el más afectado, no vol­ví a caminar más nunca”, dice con pesar.

‘DIOS ME TUVO VIVO CON UN PROPÓSITO’

Tras la tragedia Omar regresó en el 2006 con su familia a Barranquilla. Su es­posa Elvira Sánchez Mojica y sus hi­jos Karina, de 23 años; Omar Enrique, de 21; y Osneider José, de 20; este último nacido en Cartagena.

Hasta el 2012 se quedaron a vivir en el barrio Carlos Meisel junto a su mamá Gladys Ramos, y luego se trasladaron a Las Moras.

El ‘profe’ Omar, como le dicen sus mu­chachos, fundó ese año la Escuela de For­mación Deportiva Real Las Moras Fútbol Club. Compiten en todo el departamento en las categorías de la 2003 a la 2007, y la 2000. Hace parte de la Liga de Fútbol del Atlán­tico, en la que son los líderes del presente torneo.

Futbolistas de los barrios Las Moras, Barlovento, El Bosque, Brisas del Río, San Pablo, Nueva Colombia y Carlos Meisel, se reúnen de lunes a viernes en la cancha Los Betos, sobre la calle Murillo con 22, para entrenar bajo las órdenes del profe Polo, quien desde hace seis años lidera este proyecto, nacido de una iniciativa propia del fondo de su corazón.

“Yo llegué de Cartagena hace 13 años, y hace 6 me vine para Las Moras. De en­trada yo analicé el entorno y vi muchos jóvenes en las esquinas sin hacer nada, entonces se me ocurrió crear una escue­la de fútbol. Al principio fue difícil, pero cuando uno se pone una meta, las puer­tas se abren solas, recibí el apoyo de al­gunas personas como Jorge Luis Niño, quien me ha colaborado mucho en mo­mentos difíciles, como siempre los hay”, afirma Omar.

Su labor es muy compleja. El trabajo que tiene que hacer a diario, además de la parte futbolística, implica orientar a muchachos de entre los 11 y 18 años, que vienen de entornos difíciles, en una época en la que para algunos es más fácil tomar el camino de la delincuencia que intentar triunfar en una cancha de fútbol.

“Yo les hablo mucho y gracias a Dios han caminado derecho. Algunos vienen de hogares disfuncionales, entonces hablamos con los padres de los mucha­chos y les ayudamos a buscar alterna­tivas propias, es decir, a través de una fundación los impulsamos para que en­tren al Sena y hagan cursos y hablen con sicólogos para que mejore la con­vivencia con sus hijos”, explica Omar.

Recuerda siempre los momentos en que agonizaba y luchaba por su vida, pe­ro afirma que si está vivo luego de reci­bir cinco balazos, es por algo. “Dios me dio fuerza, él me dejó con vida con un propósito, el de liderar un grupo de mu­chachos y tratar de alejarlos de todos los vicios de la calle y sus tentaciones”.

Hace 13 años, la vida de Omar cam­bió. La tragedia pudo derrotarlo moral y físicamente, pero no, decidió darle un vuelco a todo y luchar junto con un gru­po de muchachos por el sueño de ser futbolistas profesionales. Las balas no lo mataron, lo hicieron más fuerte.

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