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La historia del padre Ruiz, el párroco que predica que Dios es juniorista
El párroco barranquillero es ferviente hincha del equipo tiburón
Por: Redacción ALDIA





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Suenan las campanas de la iglesia. La misa va a comenzar y el padre Julio Cesar Ruiz Díaz se pone de pie para iniciar la eucaristía. Con la sotana puesta se vislumbran unos zapatos marcados con el escudo de Junior y resalta un cuello eclesiástico que brota por debajo de ella. Los feligreses están atentos a la palabra de Dios, pero también expectantes al mensaje positivo que como buen hincha de Junior este particular sacerdote manifiesta: “Este domingo no me pueden fallar porque con todo mi fervor voy a celebrar las dos eucaristías de la mañana dedicadas a ese gran triunfo que va conseguir Junior porque este año la estrella de Belén será rojiblanca”.
Por su llamativo fanatismo al conjunto tiburón, este párroco nacido hace 50 años en Sabanalarga, se ha convertido en todo un personaje en los barrios Las Nieves y Los Trupillos donde asiste a la comunidad de la parroquia Santa María de la Esperanza, que preside hace cinco años.
De niño asegura que era un hincha normal. Seguía los partidos por la radio y de vez en cuando iba al estadio. Pero así como recibió el llamado de Dios, el fervor por Junior le nació comenzando su ministerio como sacerdote, cuando en 1992 lo buscaron para que dictara unas charlas en las divisiones inferiores del equipo barranquillero, y ahí se dio cuenta que no podía mantenerse distante del equipo.
“A raíz de esos encuentros con los jugadores despertó en mí ese amor y esa pasión de verdad por Junior, y desde ese momento no he dejado de ir al estadio para brindarle mi apoyo”, dijo el padre que además anima sus misas al son de un paseo vallenato y cumbia.
Pero para este clérigo costeño no era suficiente simplemente asistir a ver los partidos de su equipo amado. Él sabía que así como intenta dejar su huella en cada ceremonia dominical, al mismo tiempo tenía que resaltar en sus visitas al estadio Metropolitano. “Yo iba a mis partidos con la camiseta normal de Junior, pero me puse a pensar que no podía dejar de una lado mi vocación con Dios y sabía que tenía que brillar. Entonces decidí hacerme la pinta clerical, pero al mejor estilo rojiblanco (risas)”, destacó Ruiz Díaz a quien los hinchas tiburones le llaman el ‘cura juniorista’.
“Me han pasado los chascos más grandes en el estadio. Todos se me acercan a preguntarme por qué tengo ese cuello eclesiástico (clergyman) o si estoy disfrazado y me toca explicarles”, agrega.
Barra propia
Si Junior juega los domingos y se le cruza con la misa se anticipa e intenta que otro sacerdote lo reemplace. “Si no consigo a nadie entonces primero me toca cumplir con mi comunidad”. Al volverse fiel seguidor de la escuadra currambera se hizo amigo de un grupo de alrededor de 16 aficionados del sector de occidental baja, y formaron ‘la barra IN’, para gozarse más el espectáculo.
Por mucha sotana y amor por Jesucristo, antes de ser cura Julio César es un hombre común y corriente. Por eso es muy normal que por esa pasión futbolera alguna que otra vez se le salga un insulto en el estadio, sobre todo si siente que se la están aplicando al equipo. “Uno deja de ser un ser humano. Yo soy hombre común y corriente cuando estoy sentado en la tribuna apoyando a mi equipo del alma. Si veo que un árbitro comete una embarrada lógicamente que ahí aflora la parte humana y en más de una ocasión se me ha salido un madrazo”, manifiesta en son de broma el presbítero.
“Cuando veo que la gente se está pasando de la raya gritando improperios a los jugadores o a cualquiera siempre intervengo y les hago señas para que le bajen un poco al tono y que la cosa no pase a mayores”.
Dios se viste de rojiblanco
El padre Julio César nunca ha tenido obstáculo en la Iglesia por su pasión por Junior. En su lugar de reposo, detrás del templo, tiene toda clase de artículos representativos de los tiburones: mochila, calcomanías, sábanas, hamaca, una marimonda con los colores de Junior en su vehículo, e incluso, tiene en su cuarto un cuadro colgado arriba de su cama con Jesucristo dibujado con la camiseta rojiblanca puesta y un mensaje muy claro: “Yo soy tu papá… Y Junior también, por supuesto”.
“Los obispos nunca me han llamado la atención porque conocen mi pasión y por el contario me mamangallo, pero ahí estoy yo siempre firme. Además, el santo padre es el deportista número uno después de Jesucristo. El mismo San Pablo en una de sus cartas compara la vida cristiana con la de un atleta que va corriendo su carrera”, expresó el cura que tiene como ejemplo al papa Francisco hincha de San Lorenzo de Argentina y al padre samario Alberto Linero, fanático número uno del Unión Magdalena. “Alberto es hincha del Unión, pero él sabe que Junior es su papá y no puede negarlo (risas)”.
En alguna que otra ocasión ha llegado al camerino de Junior a darles la bendición a los jugadores. Pero aunque no tiene contacto directo con ellos, por las redes sociales se ha podido dar cuenta del amor que ellos manifiestan a Dios.
“Indudablemente la unión que tienen los muchachos en busca del Señor los ha beneficiado como equipo. La mayoría de ellos cuando hacen un gol enseguida le agradecen a Dios y lo tienen siempre presente en su vida”.
Amante también de la salsa, se verá el partido definitivo de la gran final este domingo entre Junior y Nacional en La Troja junto a sus amigos. Su fe está intacta su equipo y en sus conversaciones con el Todopoderoso ya tiene claro para qué lado s inclinará después de todas las oraciones que recibirá para escoger el nuevo campeón de fútbol colombiano.
“Dios es juniorista y está con nosotros. Mientras en Antioquia solo los paisas van a pedirle a Dios, aquí en la Costa tendremos los siete departamentos alentando a Junior y el grito que vamos a dar para pedirle la octava estrella será superior al de ellos”.
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