Historias

“En el mercado de Lorica está el mejor sancocho de bocachico”

A esta edificación de 1929 acuden comensales atraídos por la gastronomía del Caribe, pero también de migrantes sirio-libaneses que llegaron a Córdoba.

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La refrescante brisa sobre la corriente del río Sinú dispersa a varios metros a la redonda el olor a bocachico frito, cabrito, bocachico en viuda, fricaché y el muy apetecido sancocho de pescado.

El vapor de los calderos repletos de arroz de coco se mezcla con el volátil aroma que expelen las colmenas de venta de granos y especies, que pululan en la zona contigua a los restaurantes, disputándose un poco de la sombra que ofrece la enorme infraestructura que protege del sol canicular y las esporádicas lluvias.

Es el Mercado Público de Lorica, conocido popularmente como ‘El Ranchón’, que fue construido en 1929, casi dos décadas antes de que Córdoba se independizara del departamento de Bolívar, en donde se asegura se consume el mejor bocachico de la Costa.

Era el primer puerto en el río Sinú, tras el ingreso de los barcos por la bahía de Cispatá. Lugar de paso entre ciudades como Montería, Cartagena y Sincelejo, pero también un centro de negocios en el que una persona podía comprar desde una sarta de pescados, hasta cosechas, tierras, madera y diferentes productos.

La afluencia de personas, por lo general viajeros hambrientos, propició en los años 30 con la llegada de cocineros que en par patadas ponían en la mesa un bochachico frito para los visitantes.

La abuela de Jairo Bernal Espitia, heredero del ancestral oficio de preparar sancocho de bocachico, fue una de las primeras personas en hacerse de un fogón de leña

y algunos calderos para preparar los platos que tanto renombre tienen entre el turismo, que también llega a la zona atraído por el valor arquitectónico.

“Cuando yo estaba pequeño mi mamá y mi abuela preparaban la comida a las personas que viajaban por el río Sinú y que en su paso por Lorica buscaban un lugar donde comer”, recuerda el cocinero de 57 años, quien creció junto a cuatro hermanos y crió a igual número de hijos con las ganancias que le generaba esta labor.

En Lorica la tierra es llana y las vistas son enormemente grandes, por lo que las imponentes columnas del mercado se pueden ver desde antes de que el viajero llegue, ya sea por transporte fluvial o terrestre.

Junto al monumento están las murallas donde llegaban los viajeros, especialmente desde Cartagena, a bordo de las míticas embarcaciones como La Colombia, La Damasco y El General Córdoba, que eran los medios de transporte de las familias pudientes, aunque en las murallas de Lorica también proliferaban las pequeñas canoas de campesinos, pescadores y artesanos que llegaban a vender al lugar.

“A Lorica llegaba mucha gente, por eso se decía que este municipio era un barrio de Cartagena. El mercado público de Lorica era un atracadero en el que llegaban las embarcaciones que entraban por la bahía de Cispatá, en San Antero, y aquí desembarcaban”, narra Jairo, nieto de María Lucía, hijo de Águeda y viudo de Beatriz Ceballos, legendarias cocineras.

“Mi madre crió a cuatro hijos, pero yo me quedé con el negocio porque cuando ella se enfermó yo vine con la que para ese entonces era mi novia para ayudarle. Nos gustó este negocio y nos quedamos, pero mi esposa murió en el 2017 y yo quedé solo en el negocio”, dice Jairo mientras señala hacia el anuncio del local de nombre ‘Beatriz y Jairo’.


Vienen de todo el país

El mercado queda cerca de la parroquia, lo que le permite a los lugareños ganarse su vida de lunes a sábado mediante el comercio de alimentos y artesanías, y los domingos purgar el alma en el templo.

La jornada de Jairo es de lunes a sábado, inicia desde las 5:00 de la mañana y se extiende hasta las 3:00 de la tarde. “Todo lo que se prepara en mi mesa es fresco, he mantenido siempre ese jugoso sabor del sancocho de bocachico, el arroz de coco, y el pescado guisado”, indica Jairo.

En el menú se encuentra pescado frito, sopas de gallina, patacones, huevos revueltos, ensaladas, yuca y una amplia gama de jugos naturales.

“Tengo clientes que vienen recomendados desde diferentes ciudades del país, preguntando por el restaurante de Jairo y la gente los orienta hacia el mercado. Así ha venido el presidente Iván Duque; el expresidente Álvaro Uribe Vélez, músicos como Adriana Lucía, Martina la Peligrosa, intérpretes vallenatos y muchas personalidades”, sostiene.

Rafael Sánchez es un curtido comerciante de especias, quien aprendió de su padre los negocios de las semillas, las hojas y las esencias.

Frente a su colmena y rodeado de costales con polvillos, ramas y raíces multicolores, dice: “Mi papá también se llamaba Rafael, nació en Chinú y llegó a Lorica vendiendo cebollas y ajo, producto que compraba en Sincelejo, pero a medida que fue creciendo el negocio le metió pimienta de olor, comino y otros productos que le permitieron criar a sus 10 hijos”, dice.

Rafael comenzó a trabajar con su papá vendiendo canela y clavito y con eso se ha mantenido.

Los artesanos de Lorica padecieron durante los seis meses que el sector estuvo cerrado por causa de la pandemia; sin embargo, están seguros de que las ventas van a mejorar.

“Al inicio fue duro, pero logramos sostenernos hasta que pudimos volver a abrir.

Ahora se está vendiendo nuevamente a los clientes, especialmente las hojas de eucalipto, anís estrellado, jengibre y moringa, que la gente utiliza para hacer infusiones”, explica.

Al lado de los costales de achiote, las semillas del cacao, el ajonjolí, la tiza china cuyos colores exóticos resaltan, afirma que “el que llega a Lorica y no visita el Ranchón es como si no hubiese venido”.

Para quienes deseen viajar hasta Lorica en bus, desde la terminal de Montería salen a diario rutas que por lo general son amenizadas por conjuntos con música vallenata a lo largo de los 80 minutos que tarda el recorrido.

Un monumento único en su tipo

El mercado público, que data de 1929, comprende entre las carreras 18 y 20 por la calle segunda y por la calle primera entre carreras 17 y 22 y el río Sinú, y en 1995 fue cobijado mediante la Ley 163 de 1959 como uno de los monumentos de la nación.

El diseño es el resultado de una mezcla del clasicismo que se dio en otras latitudes como Francia e Italia, pero con un toque local, lo que generaba una armonía especialmente en las fachadas.

“Muchas poblaciones tenían sus plazas de mercado que eran edificios muy hermosos, como Getsemaní en Cartagena. De las pocas que sobreviven está la de Lorica; la de Montería, que es del año 43”, explica el especialista Luis Eduardo Puche Morales, arquitecto planificador, ex secretario de Planeación de Lorica y consejero departamental de patrimonio cultural.

Uno de los atractivos del mercado es su color y la forma como el rojo colonial refleja en las sinuosas aguas del Sinú, generando un romántico efecto de refracción.

“Se deben mejorar algunas zonas que están volviendo a darle mal uso al mercado, es algo que requiere de una atención oportuna o de lo contrario se podrían presentar nuevas invasiones al espacio público. Lorica es un destino turístico al hacer parte de la Red de Pueblos Patrimonio

y por eso tiene que ser algo sostenible, es algo que requiere de atención porque de lo contrario podríamos estar hablando con mucho orgullo de nuestra materia histórica, pero al mismo tiempo podríamos estar descuidándola”, puntualiza.

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