Historias

Gino: el malabarista que hace música y manillas en los semáforos

El joven, de 18 años, toca la guitarra y hace trabajos manuales que aprendió lejos de Barranquilla.

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La esquina de la carrera 1 con la calle Murillo, en la Ciudadela 20 de Julio, siempre se ha caracterizado por ser uno de los sectores más activos a nivel comercial en Barranquilla. El estadio Metropolitano, el centro comercial Metrocentro y un conjunto de bares lo rodean.

Los negocios formales e informales hacen parte del ambiente y se dinamizan casi que al ritmo de la música variada que suena en el fondo. Pero ahora, Gino Duque Pérez se ha sumado recientemente a las anteriores referencias.

El joven, de 18 años, nació en Barranquilla, pero vive en La Central, de Soledad, donde ha crecido al lado de su mamá y de su hermana. No ha terminado el colegio, pero últimamente asiste a cursos cortos de capacitación en una caja de compensación familiar.

Desde sus 14 años aprendió el “arte” de los malabares, pero no lo hizo metido en una academia tomando nota de una teoría en particular.

Apenas en el primer día puso en práctica su actividad “saliendo y haciendo arte, porque acá ya casi no se ve eso. Aprendí en la calle, por medio de los viajes y de los amigos”, resaltó a ALDÍA.CO.

En la actualidad, el hombre de 1.76 centímetros de estatura sale a las 10:00 a.m. de su vivienda a cualquier esquina con alto movimiento vehicular para demostrar su talento. Aunque es costumbre verlo en la murillo con carrera 24, esta vez escogió la esquina mencionada anteriormente.

Y no sale solo, lo acompaña “una esclava, una roba bola, una tabla de madera y un cilindro cortado de un tubo de agua”, elementos esenciales para cumplir con su faena cotidiana. Sin olvidar una guitarra negra y una bolsa de manillas artesanales elaboradas por él mismo.

La música y la artesanía, sus otras pasiones

En su puesto de trabajo, el cual ha improvisado con un cubo rocoso que hace las veces de silla, ubica la guitarra a un lado y la bolsa negra de manillas en otro. Mientras que al frente de sí mantiene listo los elementos con los que hace los malabares.

Duque Pérez espera que el semáforo cambie a color rojo, se junta con los otros peatones, y la función empieza luego: el malabarista se detiene, hace los saludos protocolarios a los conductores y pasajeros que observan desde la ventanilla de los autos, y arranca su actuación.

Un minuto dura su prueba de equilibrio sobre la pequeña plataforma, y los 12 segundos antes de que la señal de tránsito cambie a amarillo y se establezca simultáneamente en verde llega a cada vehículo con la ilusión de una moneda de cualquier valor.

“Uno se hace lo que quiere, el que se quiere ‘matar’ por (ganar) $50 mil (al día) lo hace y el que quiera jugar relajado por 30 mil, también lo hace”, sostiene al mismo instante que toma la guitarra a la espera de que llegue el turno de otros 72 segundos.

El ‘público VIP’ de su repertorio musical es “el ‘cachaco’, quien vende ropa interior” cerca de su puesto y los asistentes casuales, quienes transitan por el lugar y se detienen a contemplar las notas rítmicas del joven.

Tras cumplir con otro ciclo artístico, promociona sus coloridas manillas. A ninguno de sus productos les pone valor; simplemente es “lo que salga del corazón” del comprador.

En un principio, Gino jugaba con fuego, así como lo hacen los Diablos Arlequines en Carnaval, pero la Policía lo "molesta por el combustible, entonces yo bajo dos cuadras y suerte”.

Cae la tarde y ya se nota el cansancio del barranquillero, no tiene el mismo equilibrio del inicio del día, empieza a trastabillar sobre la plataforma y accidentalmente toca el suelo con su pie izquierdo. Lo que indica que el juego ha acabado, al menos por este día. Gino promete volver.

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