Historias

La policía campeona de tiro que cuida el norte de la ciudad

La subteniente Andrea Chacón, comandante del CAI Plaza del Parque, tiene más de 40 medallas ganadas en competencias deportivas.

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Con 1,60 m de estatura, de contextura menuda, unos hermosos ojos azulados, 23 años de edad y 43 medallas deportivas en su corta carrera en la Policía Nacional, la subteniente Andrea Katherine García Chacón es la comandante del CAI Plaza del Parque, en el exclusivo sector al norte de Barranquilla, de alto flujo comercial.

Tiene a su cargo 10 patrulleros, todos hombres, quienes se manejan por escuadras cumpliendo la función de brindar seguridad en la zona.

Es bogotana y fue escogida para venir a Barranquilla, donde le asignaron su zona de trabajo.

“Llegué desde el primero de diciembre y con mucha expectativa por lo diferente de esta ciudad en sus costumbres, en su clima, y hasta ahora sigo adaptándome al calor”, cuenta la uniformada.

Se podría decir que la fascinación de Andrea con las armas empezó a temprana edad. La primera arma que tuvo en sus manos fue la de un videojuego en la que el objetivo era ‘cazar’ patos a través de una pantalla de televisor.

La influencia proviene que todos sus tíos y demás familiares por parte de papá pertenecen o han pertenecido a la Policía Nacional, así como su hermano mayor Andrés García.

La subteniente nació en una familia conformada por Clara Chacón, una ama de casa santandereana y Luis García, electricista un cundinamarqués, y su hermano ocho años mayor.

“Gracias a mi papá, mi hermano y yo pudimos hacer nuestra carrera. Mis padres han sido un apoyo fundamental para mí y gracias a ellos soy lo que soy. Me criaron fuerte, me formaron para adaptarme a los cambios. No soy una persona a la que le guste estar sin nada que hacer, soy muy activa”, dice la uniformada.

El Ejército

Por esa misma chispa y esa necesidad imperiosa de hacer algo, ingresó a un curso en el Ejército que le abrió las puertas a nuevas oportunidades que la hicieron gloriosa en el deporte.

“Entré como civil a un curso de Operaciones Especiales en el Ejército, y aunque solo era para profesionales, como Técnica aspiré y me dieron la oportunidad. Un día el mayor a cargo me dijo que lo acompañara a polígono y yo acepté. Los compañeros me explicaron cómo debía hacer para montar, recuerdo que era un fusil Galil. Disparé por primera vez y yo veía que el mayor solo se sobaba la cabeza, y pensé que lo estaba haciendo mal. Sin embargo, él me dijo que lo intentara de nuevo, así disparé varias veces y cuando acercaron el blanco, todos estaban en el centro”, recuerda la subteniente.

De ahí empezó un ‘romance’ de la bogotana con las armas y su primera oportunidad para demostrar que aquello no había sido lo suerte de principiantes, la tuvo en diciembre de 2014 en la Copa Navidad cuando obtuvo su primera medalla de oro.

“Eso me motivó a pasar mi solicitud para ingresar al Ejército, pero no pasé, entonces pensé que quizás eso no era lo mío y decidí irme a trabajar a Cali ya que en esa misma ciudad trabajaba mi hermano como uniformado”, cuenta la oficial.

A los 18 años dejó el seno familiar y sin conocer ni lo más mínimo sobre el Derecho llegó a la capital vallecaucana para ser secretaria del departamento Jurídico de la Gobernación donde por ocho meses se encargó de agendar citas con los abogados y moverse entre toneladas de papeles de apelaciones, litigios y demandas.

“Con la Gobernación tenía la oportunidad de acceder a una beca para estudiar Derecho en la Universidad del Valle, incluso me alcancé a matricular, cuando mi hermano me contó que estaban buscando deportistas en la Escuela General Santander para que los representara en los Juegos Interescuelas”, contó la uniformada.

Aunque titubeó un poco antes de aceptar al pensar en que debía afrontar un proceso de papeleos y demás, aceptó y empacó maletas de nuevo para regresar a su tierra natal.

“Me hicieron unas pruebas con diferente armamento para saber si uno cumplía con el perfil y luego me dijeron que ellos me llamaban a avisar si servía o no. Esa misma tarde me contactaron para decirme que pasaba”.

El 28 de diciembre, poco más de un año después de aquella experiencia deportiva que tuvo en el Ejército, Andrea se abría paso a lo que sería su vida de ahora en adelante.

“Estaba en Cali con mi sobrina y mi hermano llegó como a eso de las 12 de la media noche del trabajo y llegó gritando que había pasado, pero como ese era el día de los inocentes, pensé que era mentira. Entonces me paró de la cama y me sentó frente al computador y me dijo que buscara mi código y ahí estaba mi nombre. Lo primero que hice fue llamar a mis papás y contarles, esa noche nadie durmió”, rememoró la oficial.

Otra vida

“No fue fácil”, es lo primero que recuerda la subteniente García de su ingreso a la Escuela de Cadetes General Santander.

“Mi hermano trató de hacerme cambiar de parecer, me decía que eso era muy duro para mí como mujer, pero yo tenía claro lo que quería”, sentenció con firmeza.

Las despedidas siempre son tristes y sin duda alguna para la familia García Chacón dejar ir a la más pequeña de la casa no fue sencillo.

“Yo no podía llorarle a mis papás porque si lo hacía ellos iban a quedar igual, además, esto es lo que yo quería, entonces solo les di un abrazo con un nudo en la garganta y me entré”.

El choque con el cambio fue inmediato. Despertares al sonido de una corneta, pocos minutos para bañarse y peinarse, tender la cama a la perfección y aguantar entre otras cosas, fuertes regaños, pero antes que desestabilizar a Andrea, esto le forjó un carácter combatiente que no la amilana ante nada.

García Chacón hizo parte de la compañía de Carlos Holguín Mallarino en donde se graduó con honores el año anterior e hizo parte del recibimiento de los nuevos cadetes de la compañía Marcelino Gillibert, misma que vivió un lamentable episodio en enero de este año tras un atentado terrorista.

“Todos esos muchachos eran en su mayoría deportistas y hacían parte de la Guardia de Honor, que son los oficiales que rinden honores en los actos protocolarios de la institución. En particular, cuando estamos casi para salir, nos convertimos en brigadieres de los cadetes que llegan y fui responsable de encaminar a varios de los jóvenes que llegaron con la maleta cargada de sueños y terminaron muertos”, expresó la joven uniformada.

Camino a la gloria

La experiencia con armas de la subteniente García se había limitado al Gali, pero en la institución empezó a conocer una variedad de armamento que maneja a la perfección.

“En la Escuela me enseñaron carabina 22, carabina de aire, blaker, pistola neumática, pistola 22 y variedad de armamento. Luego me fui especializando en arma larga en distancias de 10 m, 50 m, 100 m, y hasta 300 m que es lo yo disparo”.

El camino deportivo la regresó a Cali a para una competencia en la Liga de Tiro en la que participan Fuerzas Armadas como Ejército, Fuerza Aérea y por supuesto, Policía Nacional.

En la Escuela General Santander fue federada para representarlos en los Juegos Interescuelas con el objetivo de obtener un buen resultado y que ganara la Policía. El entrenamiento se realizaba en la Escuela Internacional del Uso de la Fuerza Policial Para la Paz (Cenop) en el Espinal (Tolima).

“El clima allá era bastante complicado, incluso más que el de Barranquilla y era aún más muy difícil porque yo debía usar un uniforme de cuero pesado que sirve para generar estabilidad al tirador, además de sostener el arma que eran como unos tres kilos adicionales, entonces había muchos dolores de espalda, de brazos, fatiga visual”, indica la uniformada.

En la disciplina del Tiro al Blanco hay tres posiciones que son pie, rodilla y tendido, pero sin dudarlo Andrea García asegura que la de rodilla es la más difícil porque todo tu cuerpo se descarga en un pie “y hasta que el pie no se duerme, tu no que quedas quieto y si mueves mucho un brazo, la posición de disparo cambia”.

Las jornadas de entrenamientos eran largas y había que compaginarlas con otras actividades propias de la institución policial, además del estricto régimen alimenticio al que debía someterse para cumplir como deportista.

“Cero licor y cafeína porque afectaba el pulso, debíamos trotar y hacer cardio para controlar el tema de la respiración, fuera de eso, manejar la presión que se siente cuando tú estás ahí por disparar y volteas a ver a la gente que está esperando lo mejor de ti”, precisó la joven oficial.

De esos días de gloria quedaron varias preseas y reconocimientos que adornan una de las paredes de la casa de los padres de la subteniente García en Bogotá, y añora volver a revivirlos en alguna oportunidad si llaman de nuevo para representar a la Policía Nacional en unas justas deportivas.

Paradójicamente, la subteniente Andrea García nunca le ha disparado a una persona en el ejercicio de su labor policial“gracias a Dios”, dice.

Con información de: Diana Navarro.