Ignacio* había llegado a Colombia con el propósito de crear su propia academia de danza
Ignacio* había llegado a Colombia con el propósito de crear su propia academia de danzaSuministrada por EL HERALDO
Historias

Seis días en el infierno: el relato de hombre que sobrevivió al Clan del Golfo en Piojó

Ingnacio*, de 29 años y nacionalidad venezolana, vivió una pesadilla en carne viva cuando fue retenido a la fuerza por miembros del Clan del Golfo en una cabaña que conduce a Piojó

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Un recuerdo que aún lo atormenta por las noches. Una llegada a un país desconocido de la cual quizá ahora se arrepiente de haber realizado. Un sueño que quiso empezar, pero que culminó antes y con otro final. 

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Ignacio*, un hombre de 29 años, y de nacionalidad venezolana, llegó a Colombia hace cinco años con el deseo de crear su propia academia de danza y ayudar a su familia en el vecino país.

Sin embargo, en marzo pasado vivió una novela de terror, luego de que, aparentemente, integrantes del Clan del Golfo lo tuvieran retenido por seis días en una cabaña entre Santa Verónica y el municipio de Piojó. 

Pero, ¿cómo llegó hasta este municipio ubicado en la zona norte del país? Luego de salir de Venezuela estuvo cinco años en Brasil, con el propósito de estudiar todo lo relacionado con la danza. En 2017 llegó a Colombia, primero a Bogotá, donde tan solo duró un mes “por el frío”, y luego se trasladó a Barranquilla.

“Comencé a trabajar con todo tipo de personas en bailes y danzas. Yo vengo de una estructura artística donde siempre he ganado bien, porque mi trabajo es bueno y pues digamos que se pagaba lo que es, pero acá en Colombia hay una contradicción: se supone que aquí es mucho más cultural el folclor y demás, y aún así no es bien pago”, le dijo el hombre a AL DÍA.

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Las noches en vilo para Igancio comenzaron en 2020, cuando dio positivo al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH): “Eso comenzó después de la cuarentena, porque yo empecé a sentirme mal, mi piel cambió y me salían una especie de costras. Nunca imaginé que eso me pudiera pasar a mí”.

Tras ir de a poco con su enfermedad, decidió mudarse a Juan de Acosta en diciembre de 2021, porque, según él, “era un pueblo que no tenía danza y yo quise tratar de comenzar desde cero con mi sueño y terminar con ese ciclo al que estaba acostumbrado en Barranquilla”. 

Allá conoció a un odontólogo y empezó a ayudarle con los oficios varios de su consultorio. “Pero en medio de todo lo que yo hacía había maltrato, palabras hirientes y humillantes, hasta su hijo me faltó el respeto, realmente solo duré un mes allí”, dijo Ignacio.

“Comencé a hacer mi proyecto de la danza y pedí apoyos a la Alcaldía y a los negocios para que me colaboraran con mesas, sillas y demás. Al final alcanzamos a formar la escuela, tenía aproximadamente 40 alumnos y al final me quedé con cuatro, todo esto porque los padres no apoyaban a los niños, preferían irse a los bailes de picós que duraban hasta cuatro días y pues decidí desprenderme un poco de lo que más amo”.

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Pero el hombre no se quedó quieto. Montó un negocio de chuzos, comidas rápidas y hasta fritos, pero de acuerdo con su relato, lamentablemente todo lo que hacía molestaba a sus vecinos: “A mí me gusta vivir bien, y donde yo me mudé hice un pequeño jardín y no dejaba que los niños lo destruyeran, por lo que comenzaron a mirarme mal. Choqué mucho con las personas de Juan de Acosta ya que yo no dejaba que nadie sobrepasara por encima de mí (…) viviendo allí la pasé muy mal, incluso perdí 10 kilogramos, vivía lleno de amenazas por enfrentármeles, por no ceder ante ellos”.

Seis días en el infierno

En marzo de 2022 una mujer que Ignacio definió como rubia, alta y elegante llegó hasta su puesto de comidas, habló con él y, aparentemente, le ofreció un trabajo en el que iba bailar en una fiesta, pero no fue así. 

“Me llevaron a una especie de cabaña en la vía que comunica a Piojó con Santa Verónica. Cuando estuve encerrado allí me decían que estuviera callado, que hiciera caso a todo lo que me pedían para que el dueño de la reunión no se enojara y me hiciera algo. Yo tenía mi mente agotada por todo lo que estaba pasando en Juan de Acosta, y pues realmente pensé que allí acabaría todo para mí”, expresó el denunciante.

Las manos del hombre, cuya expresión en medio de la entrevista denota desolación y angustia ante el recuerdo

La primera noche fue más cruel. “Tres hombres abusaron sexualmente de mí, fue totalmente asqueroso y aterrador. El resto de días me colocaron a llevar y traer la droga dentro del mismo lugar e incluso a limpiar armas. Aparte de mí había tres mujeres, una de ellas no se veía para nada conforme con lo que estaba sucediendo. Fue así como me di cuenta que estaba siendo víctima de ese grupo al cual aparentemente varias familias del municipio pertenece: el Clan del Golfo”, relató el hombre.

Una fuente judicial dio a conocer el proceso de gestión de denuncias de Ignacio, en el cual se corroboraba que el hombre había sido registrado con acceso carnal violento, siendo remitido a una entidad del sector salud para el debido procedimiento que se le otorga a todas las víctimas de violencia sexual.

Escape

Para poder escaparse de esa “prisión” llena de alcohol, drogas y maltratos, Ignacio tuvo que dañarse, según cuenta, uno de sus ojos. Dice que se echó arena, lo que le causó una irritación severa, incluso a tal punto de no poder abrirlo. En ese momento le dijo a la mujer que lo “contrató” que lo ayudara porque se encontraba mal, por lo que ella y varios hombres lo trasladaron en un vehículo, cuando observó una trocha que quedaba cerca de donde anteriormente vivía se tiró, corrió y gritó por ayuda.

Luego de que logró escapar tuvo que resguardarse en la casa de una señora “que sé que tiene temple y que no se iban a meter con ella. Allí me quedé tres días, conseguí como pude un dinero y arrendé otra casa en el barrio Las Trinitarias, que fue donde me escondí; sin embargo, varias personas que me lograron ver, y que yo conocía, me dijeron que pensaban que estaba muerto, porque eso les había dicho el odontólogo con el que trabajaba, lo que me llevó a pensar que quizá él pudo ser el responsable de lo que me pasó”.

Quizá una de las razones por la que lo habría hecho fue porque para que lo pudiese dejar de amenazar y tratar mal en su casa, Ignacio lo habría amenazado a él con denunciarlo por presuntos casos de abusos sexuales en el municipio, que según vecinos de la zona todos sabían de ellos, pero como el hombre es conocido allí nadie lo acusó.

Al final descubrieron dónde vivía nuevamente y llegaron a amenazarme, incluso con armas de fuego. Es por esto que tomó la decisión de acercarse a la Alcaldía para hacer la denuncia, así como también a la tesorería de esa jurisdicción. “Allí me dijeron que no tenían dinero para ayudarme a salir. De ahí me dijeron que fuera para la Alcaldía de Baranoa, que me iban a ayudar, y pues me dieron un dinero para ir a Barranquilla, así pude por fin descansar, por así decirlo.

Clan del Golfo

Varias alertas de la presencia del Clan del Golfo en el Atlántico se han registrado a lo largo del 2022, principalmente en el municipio de Juan de Acosta, vinculando específicamente casos de homicidios, incautaciones de drogas, e incluso la aparición de un cuerpo decapitado en una zona rural.

“En frente de la casa que yo arrendé y en toda esa cuadra vivía gente del Clan del Golfo. En ese municipio hay muchas personas de ese grupo. Conviví en esa sociedad y es un pueblo pequeño donde todo se sabe, la mayoría de personas son familia. Todos los vecinos que no eran parte de ellos y que no sabían que yo había sido su víctima me lo decían, incluso yo me junté con uno de ellos que me hablaba que se dedicaba a ciertos negocios, pero nunca me confirmó que era parte del grupo. Siempre estuve rodeado de una manada de lobos”, dijo Ignacio.

De acuerdo con el relato de la víctima, las alertas brindadas y los casos atribuidos a ese grupo delincuencial, para un investigador que ha seguido de cerca los casos cercanos al Clan no sería descabellado pensar que ya están instalados en el Atlántico, pero que lo estarían haciendo poco a poco por el hecho de que hay ciertas bandas delincuenciales locales que no quieren su presencia.

Pedido

La denuncia de Ignacio ya está en Fiscalía y le dijeron que ya estaba vinculado a un proceso: “Ellos me mandaron una citación a la cual yo no he ido porque ellos nunca me cuidaron, ni velaron por mi vida, ya que solo querían tener información sobre el Clan exponiendo mi vida al peligro.Me colocaron en un comité de seguridad en donde me dan $800.000 para todos mis gastos por tres meses; me dieron una nevera y un horno, pero ya se va a acabar el tiempo y no me van a dar dinero y yo no puedo trabajar por mi estado de refugiado, a mí que jamás me ha gustado depender de nadie no me han dejado hacer lo que quiero, ganarme la vida”.

El hombre de 29 años quiere legalizar su estadía en Colombia. “Tengo un montón de papeles que realmente no me sirven para nada, por eso lo que quiero es que se me reconozcan mis derechos, ahora mismo tengo dos opciones, denegar mi PTT para que me entreguen una visa de refugio y ya con ella pues puedo viajar a trabajar en cualquier otro país (…) en Migración Colombia tampoco me han ayudado, ya dije que la próxima vez que vaya será o a recibir mis papeles o a encadenarme para pelear por mis derechos”.