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La dolorosa historia de la familia que murió en medio de accidente en La Guajira

El siniestro se registró en la Troncal del Caribe, a la altura del kilómetro 53, en la vía Riohacha - Mingueo.

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En medio de la tragedia que se presentó este martes 18 de julio, en la que murieron ocho personas y nueve siguen con graves lesiones en clínicas de Riohacha, aflora la historia de dos personas con culturas diferentes que se conocieron en un seminario de Bogotá y que fallecieron en el siniestro vial.

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Es la historia de Andrea Catalina Ruiz Rondón, una joven soñadora de un mundo nuevo, nacida para servir y que tenía como referente a la madre Teresa de Calcuta; y Jairo Malo Coronado, un joven perteneciente a la etnia indígena wiwa, lleno de ilusiones y proyectos de vida que amaba el servicio social.

Se conocieron en los pasillos del Seminario Nuevos Horizontes de Fusagasugá. Amor a primera hace ya siete años. “Son siete años donde no solo ellos fueron los seres más felices de la tierra, sino que esa felicidad nos la irradiaron a nosotros y a todos los que se movían cerca de ellos, tenían esa virtud, sabían contagiar el amor a los demás”, comentó Nidia Rondón, la madre Andrea Catalina Ruiz Rondón, a AL DÍA. 

Mundos diferentes, un solo amor

Jairo Malo Coronado era de un mundo diferente a Andrea. Nació dentro de los wiwa, que suelen tener una visión diferente y cerrada a las personas que no pertenecen a su etnia. Sin embargo,  este joven abandonó la Sierra y se fue a estudiar a Valledupar, de allí quiso seguir volando más alto en su vocación de servicio y se fue a Bogotá. Finalmente entró al Seminario, donde conoció a Andrea.

Dedicados al servicio social

Andrea y Jairo decidieron mudarse a Mingueo, corregimiento del municipio de Dibulla, localizado en la vera de la carretera Troncal del caribe y situado a un lado de la Sierra Nevada de Santa marta, de donde proceden los demás indígenas wiwas.

Los venció el amor y decidieron unirse en matrimonio, su fe se fortaleció y su consagración al estudio los llevó a ganar el respeto y la admiración de los demás habitantes de Mingueo. También, el estudio bíblico llevó a Jairo a convertirse en un pastor evangélico de su corregimiento Mingueo.

Mientras crecían espiritualmente, también crecían como familia, en los siete años de convivencia tuvieron dos niños, uno de ellos, Otoniel, también falleció en el siniestro vial.

“Sus niños hermosos los querían como a nada en el mundo, ella una excelente madre y él un extraordinario padre con unos inigualables hijos que se perfilaban como seres prometedores en la sociedad”, agregaron los familiares.

“La fatalidad de la tragedia le quitó la vida a Jairo, a su hijo de 2 años y a Andrea Catalina, pero no pudo borrar el inmenso amor que se habían jurado y que los acompañó hasta la muerte, ese amor está representado en la niña de cuatro años de edad que aunque huérfana de padres, es el más hermoso brote del amor que vamos a cultivar”, acentuó Nidia Rondón, la madre de Andrea Catalina mientras se abrazaba y lloraba en el hombro de su esposo, que la acompañó frente la sede de la morgue de Medicina Legal en la ciudad de Riohacha.

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